• Sociedad

    DEGRADACIÓN DEMOCRÁTICA

    La democracia ¿se está degradando a causa de la falta de separación de los poderes? Es una pregunta que veo repetida en algunos medios, de forma reiterada, en estos días. Por mi parte no me puedo callar al respecto: ya lo viste en el volumen 1 de Dinámicas Globales, en que hablé de manera amplia acerca de la democracia real.

    En realidad, la democracia lleva tiempo degradándose. Lo hace desde que empezó a perder su misma razón de ser, sus propios fundamentos. Se puede observar en el buenismo antropológico que contribuye a desnaturalizarla mediante una tutela de los errores, mediante la impunidad pragmática de los culpables de delitos, la relajación moral que recuerda el imperio romano devastado por los bárbaros, la indiferencia de los ciudadanos en cuanto a las actuaciones políticas ya que «todos son iguales».

    Giorgia Meloni, Presidente del Consejo de Ministros italiana, contestó en una ocasión a quienes la acusaban de una deriva totalitaria de manera clara. Si apretamos las tuercas y aumentamos las penas para quién incumple la ley, para los que okkupan viviendas, para los que se aprovechan de los ancianos y los más débiles, ¿a quién estamos oprimiendo? Porque, decía, lo que estamos haciendo no es reducir los derechos de los ciudadanos, sino precisamente tutelar a los ciudadanos honestos de los abusos de los que no lo son.

    Te invito a reflexionar, especialmente considerando qué derechos se están defendiendo en España (o en el país en que vives).

  • Sociedad

    FE, RAZÓN Y VERDAD: LA ADVERTENCIA DE BENEDICTO XVI

    En su célebre discurso en Ratisbona, Benedicto XVI abordó con lucidez los desafíos que enfrentan la fe y la razón en la sociedad contemporánea. Señaló cómo el secularismo ha reducido la razón a lo puramente empírico, excluyendo cualquier apertura a lo trascendente, y cómo el relativismo cultural ha debilitado la búsqueda de una verdad objetiva. Frente a esta realidad, el Papa defendió que la verdadera razón no es limitada ni cerrada, sino amplia y abierta al misterio, capaz de dialogar con la fe y de descubrir en Dios el fundamento último de la verdad y la moral.

    La advertencia de Benedicto XVI no fue un rechazo a la modernidad, sino un llamado a reconciliar la fe y la razón. En un mundo fragmentado por el nihilismo y la indiferencia moral, recuperar la confianza en una razón universal, que no excluya lo divino, se vuelve fundamental para el diálogo entre culturas y religiones. Solo en esta unión entre logos (razón) y fe es posible construir una convivencia auténtica, donde la verdad no se impone, sino que se ofrece como luz para el camino del ser humano.

  • Sociedad

    OCCIDENTE Y EL CORAJE ABANDONADO

    La reacción al discurso de Ratisbona evidenció una división preocupante entre Oriente y Occidente. Mientras algunas voces del mundo islámico, tras la calma inicial, reconocieron la necesidad de reflexionar sobre ciertos puntos mencionados por el Papa, en Occidente la reacción fue de ataque. Tres grupos de críticos emergieron: los ignorantes, incapaces de comprender la profundidad del mensaje; los defensores del pacto de silencio, quienes prefirieron mantener la ficción de que la violencia no tiene raíces teológicas; y los laicistas, siempre dispuestos a atacar al Papa por ser líder religioso. Esta falta de apoyo no solo debilitó a Benedicto XVI, sino que dejó a Occidente sin una voz clara en un momento crítico.

    Benedicto XVI no solo rompió con el políticamente correcto, sino que se posicionó como un defensor de los valores occidentales en un contexto de creciente tensión cultural y religiosa. Su discurso no fue una ofensa gratuita ni una provocación, sino un llamado a la claridad y a la honestidad en el debate sobre la relación entre fe y violencia. Paradójicamente, el único líder dispuesto a hablar con valentía fue abandonado por los mismos a quienes intentaba defender. Este abandono revela no solo una falta de coraje político, sino también una indiferencia hacia los valores que Occidente afirma representar.

    Puedes encontrar más reflexiones sobre este tema en Preguntas con Respuestas n.4

  • Sociedad

    UN PAPA CONTRA EL PACTO DEL SILENCIO

    En su discurso en Ratisbona, Benedicto XVI rompió con el pacto tácito que había surgido tras los atentados de las torres gemelas entre Occidente y el islam. Este acuerdo permitía condenar el terrorismo y criticar el fundamentalismo, pero siempre desde la perspectiva del orden público, de la seguridad, evitando adentrarse en las raíces teológicas del problema. El Papa, sin embargo, señaló algo incómodo: el vínculo entre ciertas interpretaciones del islam y la violencia no es un malentendido moderno, sino que está presente en algunos textos coránicos y en las enseñanzas de una etapa específica del magisterio de Mahoma. Con ello, abrió un debate que hasta entonces había sido tabú, apostando por un diálogo que no ocultara la verdad.

    Benedicto XVI no despreció la posibilidad de que un islam moderado florezca, ni cerró las puertas al diálogo con quienes representan esta visión. Sin embargo, al abordar la cuestión desde la teología y no desde la política, rompió con la ficción sostenida incluso por líderes occidentales como Bush y Blair, quienes proclamaban que el islam es, inherentemente, una religión de paz. Este planteamiento incómodo fue un acto de valentía que puso en evidencia la insuficiencia del enfoque político, sugiriendo que el fracaso de policía y orden público exige una reflexión más profunda sobre la teología y sus implicaciones históricas.

  • Sociedad

    FILOSOFÍA INTERCULTURAL COMO CONCIERTO DE VOCES: APRENDER A LEER EL MUNDO EN CONTEXTO

    Svetelj compara la filosofía intercultural con un concierto sin director, donde cada voz entra en diálogo con las demás para crear armonía sin perder su timbre. Esta imagen contrasta con la globalización neoliberal, que pretende uniformar lenguajes bajo la batuta del mercado.

    Pensar en clave intercultural significa situar el contexto las aspiraciones, temores y esperanzas concretas de los pueblos como principio constitutivo de la reflexión. No se trata de defender “costumbres” estáticas, sino de reconocer la dinámica dialéctica entre determinación cultural y libertad humana: creamos cultura al tiempo que somos creados por ella.

    Este enfoque desvela la insuficiencia de la mera coexistencia normativa. Solo una práctica de diálogo que haga “convivir” las diferencias puede gestar políticas orientadas al buen vivir: un paradigma que integra desarrollo material, justicia social y cultivo del “interior” humano. En última instancia, la filosofía intercultural busca re-capacitar al ser humano: redescubrir lo que somos y adquirir nuevas capacidades para un futuro dignificado. Al hacerlo, convierte la diversidad cultural en recurso para la humanización colectiva, no en obstáculo a superar.

  • Sociedad

    UNIVERSALIDAD SIN FIRMA

    Uno de los aportes más sugerentes de Svetelj es la idea de una “universalidad sin firma”: un proceso en el que las culturas se reconocen, se corrigen y se transforman mutuamente sin que ninguna reclame la patente de lo universal.

    Para alcanzarla, explica Svetelj, es imprescindible la contextualización: asumir que todo pensamiento brota de un lugar y un tiempo concretos. Solo cuando compartimos contextos—trabajamos, celebramos y sufrimos juntos—podemos construir nociones comunes que no sean abstracciones vacías ni dispositivos de dominio cultural.

    Esta universalidad relacional rompe con la jerarquía implícita del globalismo, donde unas culturas se erigen en modelo y otras quedan relegadas al “atraso”. Al contrario, cada micro-universo aporta un matiz indispensable al macro-universo humano, y el bien común se teje en la interacción horizontal de esas diferencias.

    El horizonte resultante no es el de una síntesis homogénea, sino el de una polifonía en la que lo compartido surge precisamente porque nadie puede apropiárselo en nombre propio.

  • Globalización,  Sociedad

    CUANDO LA GLOBALIZACIÓN FABRICA GANADORES Y PERDEDORES

    Svetelj subraya la paradoja de la economía global: bajo el argumento “racional” de la eficiencia y la competitividad, el sistema produce una irracionalidad profunda—un mundo de ganadores que solo existen porque hay perdedores estructurales.

    El consumo se erige en medida universal del bienestar, pero esa utopía es inalcanzable para la mayoría. Al imponer un ideal materialista, la globalización destruye tejidos culturales, agrava la desigualdad y provoca reacciones “irracionales” ­—migraciones masivas, violencias desesperadas— que el propio sistema tacha de amenazas sin reconocer su responsabilidad en el origen del problema.

    Frente a este círculo vicioso, la filosofía de la interculturalidad reivindica un imperativo de salvar la vida: la de los pobres y la de la naturaleza. Sostiene que solo la justicia social y la igualdad de condiciones pueden garantizar un intercambio cultural verdaderamente libre, capaz de transformar estilos de vida, organización comunitaria y educación.

    Al exponer la “irracionalidad de lo racional”, Svetelj nos recuerda que toda lógica económica sin horizonte ético termina socavando su propia viabilidad política—y, lo que es peor, nuestra humanidad compartida.

  • Sociedad

    DE LA COEXISTENCIA A LA CONVIVIALIDAD: MÁS ALLÁ DEL SIMPLE “VIVIR JUNTOS”

    Para Tony Svetelj, retomando a Raúl Fornet-Betancourt, la convivencia no puede quedarse en el dato pasivo de que distintas culturas “co-existen” en un mismo espacio. La filosofía de la interculturalidad propone un paso cualitativo: la convivialidad, un modo de relacionarnos que añade al mínimo de justicia algo “gratificante”, un plus ético que convierte la diferencia en oportunidad de cuidado mutuo.

    Ese tránsito obliga a revisar el individualismo arraigado en las sociedades occidentales; no basta reconocer que estamos conectados—hay que preguntarse cómo damos sentido a esa conexión en el plano personal e institucional. La convivialidad exige actitudes activas de hospitalidad, reconocimiento y reciprocidad, capaces de contrarrestar la lógica contractual que domina la globalización neoliberal.

    En la práctica, esto implica diseñar políticas que ofrezcan condiciones materiales para todas las culturas y, al mismo tiempo, fomenten espacios de diálogo donde las diferencias puedan expresarse sin quedar relegadas a guetos simbólicos. Solo así la pluralidad deja de ser una mera tolerancia resignada y se transforma en fuente de aprendizaje recíproco.

    La convivialidad no pretende borrar los conflictos; los asume como motor de transformación compartida. Su apuesta es que, al crear “algo bueno para la coexistencia”, cada tradición descubra una versión más plena de sí misma en el encuentro con las demás.

  • Razón,  Religión,  Sociedad

    LUCES Y SOMBRAS: LÍMITES DEL ANÁLISIS RACIONAL EN LA RELIGIÓN

    La elección racional ofrece una plataforma sólida para entender cómo los creyentes deciden unirse a determinados grupos y, al mismo tiempo, cómo las organizaciones religiosas captan y retienen seguidores. Sin embargo, no todo puede reducirse a los costes y beneficios. Factores culturales, sociales y personales, como los valores o la presión del entorno, también ejercen un papel clave en la afiliación religiosa y en la permanencia en una congregación.

    De hecho, la teoría de la manipulación mental, aunque muy cuestionada en su versión extrema de “lavado de cerebro”, sigue presente en el debate cuando se estudian “sectas” que exigen un alejamiento radical del mundo exterior. ¿En qué punto la “strictness” o el control de los free riders deja paso a la coacción psicológica? El nuevo paradigma, pese a su robustez analítica, no responde por sí solo a todas estas cuestiones. Complementarlo con otras teorías sociológicas y psicológicas es esencial para abarcar la complejidad real de la experiencia religiosa.

  • Seguridad,  Sociedad

    EL NUEVO PARADIGMA RELIGIOSO: UNA VISIÓN MÁS ALLÁ DEL DOGMA

    Las llamadas “teorías irracionalistas” han predominado largo tiempo en el estudio de la religión, atribuyendo el auge o declive de la fe a factores como la ignorancia, el miedo o las crisis económicas. Sin embargo, la teoría de la economía religiosa —impulsada por autores como Stark e Iannaccone— propone una explicación distinta: la fe, al igual que otros ámbitos de la vida humana, se rige por decisiones racionales, donde los creyentes valoran costes y beneficios, y las “firmas religiosas” compiten y se especializan.

    Esta perspectiva no intenta reducir la religión a un simple producto de mercado, sino resaltar la complejidad de cómo las personas deciden afiliarse a un credo o mantenerse en él. Permite asimismo comprender por qué ciertas religiones históricas se revitalizan frente a nuevos movimientos o por qué, en determinados contextos, florecen organizaciones radicales. Su enfoque científico (reproducible y refutable) rompe con la idea de que haya una “edad dorada” de la fe y, en su lugar, explora cómo la competencia y la oferta religiosa inciden en la práctica y la experiencia espiritual.

  • Seguridad,  Sociedad

    “INDUSTRIA DEL TERRORISMO”: UNA MIRADA SOCIOLÓGICA AL EXTREMISMO SUICIDA

    Las investigaciones de Massimo Introvigne y Lawrence Iannaccone plantean que los grupos terroristas, lejos de actuar por simple afán destructivo, funcionan más bien como verdaderas “industrias” bajo la lógica empresarial de costo-beneficio. El caso del terrorismo islámico resulta paradigmático: estos movimientos reclutan a individuos que creen servir una causa sagrada, pero emplean métodos organizativos y financieros altamente eficaces para planificar atentados.

    Esa combinación de fanatismo religioso y estrategias racionales explica por qué grupos como Hamás o Al Qaeda pueden desestabilizar escenarios políticos y afectar decisiones gubernamentales. Pese a que en el imaginario colectivo el terrorista suicida aparece a menudo como un mártir movido únicamente por el fervor, en realidad las organizaciones fomentan esta mentalidad, ofreciendo cobertura ideológica y logística y aprovechándose de interpretaciones religiosas controvertidas (e incluso forzadas) para sus fines.

  • Espiritualidad,  Sociedad

    TOLERANCIA Y LIBERTAD RELIGIOSA FRENTE A LAS “SECTAS”: UNA MIRADA EQUILIBRADA (7 de 7)

    La reticencia habitual hacia las llamadas “sectas” suele provenir del temor a prácticas de adoctrinamiento o captación ilícita. Un análisis profundo del tema me lleva a enfatizar que, en una democracia laica, el derecho a la libertad religiosa debe extenderse a todas las confesiones, incluidas las minoritarias y emergentes. Sin embargo, la tolerancia no es ilimitada: cualquier acción que atente contra la integridad física o psicológica de las personas debe ser investigada y, en su caso, sancionada por el Estado.

    Es fundamental adoptar una mirada equilibrada que evite tanto el alarmismo generalizado como la indiferencia ante posibles abusos. Para lograrlo, las instituciones públicas pueden promover la información y la educación, de forma que la ciudadanía pueda reconocer comportamientos que vulneren los derechos de los individuos, sin que ello desemboque en la demonización de grupos que se encuentran dentro de la legalidad y actúan con respeto hacia sus miembros y hacia terceros.

    Pero en realidad esta formación recae en todos y cada uno de nosotros. Como habrás podido apreciar, el Estado no actúa siempre en beneficio del ciudadano: los ejemplos son tan numerosos que me es imposible citarlos todos aquí. Afortunadamente, querido lector, eres un pensador crítico: te podrás equivocar, como todos, pero pones tu buena voluntad para entender cuando te están manipulando.

    En última instancia, la verdadera tolerancia exige evaluar de manera objetiva las acciones concretas de cada NMR, más que quedarse en estereotipos o en el mero prejuicio. Desde la perspectiva de la laicidad cooperativa, la clave reside en mantener un diálogo abierto con todas las comunidades, facilitando su inscripción legal y supervisando que cumplan las normativas vigentes. De esta manera, se preserva la libertad religiosa en su sentido más amplio, al tiempo que se vela por la protección de las personas frente a cualquier tipo de coacción o manipulación.

  • Sociedad

    NUEVOS MOVIMIENTOS RELIGIOSOS Y LAICIDAD: ¿DESAFÍO O RIQUEZA PARA LA SOCIEDAD? (6 de 7)

    La cuestión de los Nuevos Movimientos Religiosos (NMR), a menudo denominados “sectas”, cobra una relevancia especial. Estos grupos, caracterizados por su novedad doctrinal o su aparición relativamente reciente, suelen generar recelo social y preocupación acerca de sus prácticas o su potencial influencia. Sin embargo, desde la perspectiva de la laicidad como principio de neutralidad y no de exclusión, no debe negarse a estos movimientos su derecho a existir ni a manifestarse públicamente, siempre y cuando no vulneren los derechos fundamentales.

    El reto principal radica en distinguir entre aquellas agrupaciones que ejercen coerción o manipulación psicológica -y por ende amenazan la dignidad de sus miembros- y aquellas que, dentro del marco legal, simplemente ofrecen una experiencia religiosa distinta de las ya asentadas. En el marco de la laicidad cooperativa, el Estado está llamado a vigilar que toda práctica religiosa respete los valores constitucionales, pero no puede prohibir la formación de comunidades espirituales por el mero hecho de ser minoritarias o poco convencionales.

    Vista así, la presencia de NMR puede suponer un estímulo para el pluralismo religioso, propiciando debates sobre la naturaleza y los límites de la libertad de conciencia. Para que este pluralismo se convierta en auténtica riqueza social, las autoridades deben contar con criterios jurídicos claros que protejan a las personas más vulnerables de posibles abusos, a la vez que respetan el derecho legítimo de cada movimiento a expresar su cosmovisión y a convivir en la esfera pública.

    No olvidemos que el tema de la “manipulación psicológica” es muy difuminado, y que la mejor manera de protegerse frente a la manipulación es desarrollar e implementar nuestro pensamiento crítico.

  • Sociedad

    EDUCACIÓN Y FUTURO: CLAVES PARA UNA CONVIVENCIA PLURAL (5 de 7)

    Uno de los puntos de más interés es la importancia de la educación para asegurar la tolerancia y la libertad religiosa de las nuevas generaciones. La escuela ha de presentarse como un espacio neutro pero no vacío de contenidos formativos sobre la diversidad de creencias. De esta forma, niños y jóvenes pueden comprender mejor la pluralidad del mundo que les rodea.

    La enseñanza religiosa -ya sea confesional o sobre la historia de las religiones-, en tanto asignatura opcional, puede ayudar a formar en valores y a esclarecer la relevancia cultural de las creencias. El objetivo no es imponer una fe, sino permitir que quienes lo deseen profundicen en la suya y que el resto adquiera un conocimiento general que fomente el respeto hacia el otro.

    De cara al futuro, la coexistencia pacífica en una sociedad cada vez más multicultural depende en buena parte de esta sensibilidad educativa. Si los jóvenes crecen entendiendo que la neutralidad del Estado es compatible con el libre ejercicio de todas las religiones, se abrirá camino a una convivencia donde laicos y creyentes puedan trabajar juntos para defender la dignidad humana, la justicia y la paz.

  • Política,  Sociedad

    LA TOLERANCIA COMO VIRTUD CÍVICA Y POLÍTICA (3 de 7)

    Un aspecto clave es el valor de la tolerancia como cimiento de la vida democrática. No se trata únicamente de “aguantar” lo distinto, sino de reconocerle un lugar legítimo en la vida social. Esta visión hunde sus raíces en la historia europea, donde la tolerancia surgió como antídoto ante los conflictos religiosos que asolaron el continente.

    La tolerancia se convierte, así, en virtud cívica y política: exige de todos los ciudadanos la convicción de que la pluralidad es un bien que enriquece, no una amenaza que se deba suprimir. Para lograrlo, el Estado debe garantizar derechos iguales para todas las confesiones, pero también preservar la integridad de valores esenciales, como la dignidad de la persona o la no discriminación.

    Pero es cierto que la tolerancia tiene límites justificados: no se puede tolerar lo que atente contra la vida o los derechos de otros. Sin embargo, fuera de esos supuestos extremos, es un principio que fomenta la integración y el entendimiento mutuo, reforzando el tejido social y la estabilidad política en un mundo crecientemente diverso.

  • Sociedad

    MODELOS DE LAICIDAD: DEL SEPARATISMO A LA COOPERACIÓN (2 de 7)

    A lo largo de la historia han surgido numerosos modelos de laicidad. En algunos países, como Francia, se ha optado por una laicidad de estricta separación entre las religiones y la vida institucional, regulada desde la célebre Ley de 1905. Este enfoque tiende a limitar la presencia de símbolos religiosos en el espacio público, buscando preservar una neutralidad estatal muy marcada.

    En otras naciones, sin embargo, la laicidad adopta una forma más cooperativa. Es el caso de modelos como el español o el alemán, donde se reconoce la aportación social que pueden hacer las comunidades de fe. En estas sociedades se firman acuerdos o convenios con las confesiones, a fin de regular temas como la asistencia religiosa en centros penitenciarios u hospitales, la enseñanza religiosa opcional en la escuela pública o la financiación de actividades de interés general.

    Por lo tanto, en muchos casos reales la laicidad cooperativa no vulnera la neutralidad, siempre que no se otorguen privilegios exclusivos a una sola confesión. Al contrario, permite articular una relación institucional en la que el Estado y las comunidades religiosas colaboran al servicio del bien común, sin que ello implique imposiciones de tipo confesional, aunque evidentemente en algunos casos la “demanda religiosa” sea numéricamente más grande.

  • Civilización del Amor,  Sociedad

    EL AMOR COMO ADHESIVO SOCIAL

    El carácter universal del amor permite unir demandas y expectativas diversas, ofreciendo un marco para construir una sociedad más cohesionada. Sin embargo, no todo puede ser conciliado: actitudes basadas en el egoísmo, la soberbia o la agresión no contribuyen al fortalecimiento de los cimientos sociales. Por tanto, es esencial filtrar nuestras acciones y objetivos a través de un amor genuino que promueva el bien común.

    Responder con amor a los desafíos cotidianos no es ingenuo, sino una postura que requiere madurez, fortaleza y paciencia. En lugar de evitar conflictos, el amor nos impulsa a enfrentarlos con empatía y deseo de construir, en vez de destruir. Este enfoque no solo beneficia a las personas, sino que también transforma las relaciones y estructuras sociales.

  • Política,  Sociedad

    EL DESAFÍO DE REFORMAR LA POLÍTICA: UN CAMINO CON IDEALES

    La política no debe limitarse a resolver problemas inmediatos, sino que debe inspirarse en ideales que guíen cada acción hacia el bien común. Sin embargo, en muchas ocasiones, hemos visto cómo los líderes y partidos persisten en caminos equivocados, convencidos de su corrección o incapaces de corregir el rumbo. Esta testarudez no solo es peligrosa, sino que aleja a la sociedad de soluciones reales y la sumerge en un desánimo generalizado. Reconocer errores y reorientar el camino es un acto de valentía que la política necesita desesperadamente.

    Reformar la política no significa destruir todo lo existente, sino identificar los valores fundamentales que deben ser restaurados y fortalecer los vínculos entre representantes y ciudadanos. Como he tenido ocasión de señalar en el pasado, los partidos políticos no son irreformables, pero la transformación requiere tanto la voluntad de quienes están en el poder como la presión de una ciudadanía activa. La clave está en priorizar los ideales por encima de los intereses personales y en establecer un compromiso colectivo con la coherencia y la verdad. Solo así podremos avanzar hacia una política que no solo funcione, sino que inspire y dignifique.

  • Política,  Sociedad

    LA COHERENCIA COMO BASE DE LA ACCIÓN POLÍTICA

    La coherencia es mucho más que una virtud personal: es el pilar que sostiene cualquier proyecto político que aspire a ser significativo y ético. Sin ella, las palabras quedan vacías y los ideales, aunque elevados, se convierten en meras ilusiones. Los principios deben ser el motor que impulse la acción, no simples adornos en el discurso. Al igual que un río fluye naturalmente hacia su destino, los ideales deben ser llevados al mundo mediante comportamientos que reflejen esos valores. Construir barreras contra esa corriente -es decir, actuar en contradicción con los ideales- no solo frena el progreso, sino que también desnaturaliza nuestra misión como agentes de cambio.

    En la esfera pública, la falta de coherencia genera desconfianza, alimenta el cinismo y paraliza la transformación social. Por ello, la política requiere más que buenas intenciones: exige líderes que no solo propongan valores, sino que los vivan en cada decisión. Este compromiso con la coherencia no es solo una responsabilidad de los gobernantes; también recae en los ciudadanos, quienes deben exigir autenticidad y transparencia. Es hora de derribar las presas del conformismo y la hipocresía para permitir que los ideales fluyan y transformen nuestra sociedad.

    Te invito a leer mi libro «Dinámicas Globales vol.2» para profundizar en este argumento.

  • Sociedad

    LA RESPONSABILIDAD CIUDADANA FRENTE A LA CORRUPCIÓN

    La corrupción no solo es un problema de los políticos, sino también de una ciudadanía permisiva que tolera prácticas deshonestas y, en ocasiones, las perpetúa. La verdadera regeneración comienza con un cambio de mentalidad que permita reconocer la responsabilidad compartida en el sistema. ¿Cómo construir una sociedad donde la ética sea más que una utopía? La clave está en formar conciencias libres y en fomentar una cultura de participación activa que rechace la indiferencia y abrace la transformación.

    Además, la ciudadanía tiene un papel crucial en garantizar la rendición de cuentas. La transparencia y el control efectivo de las actividades políticas no son solo derechos, sino también deberes que todos debemos asumir. En este sentido, la formación de conciencias libres es clave para erradicar la aceptación pasiva de sistemas corruptos. Una sociedad verdaderamente democrática exige un compromiso activo y un rechazo rotundo a la corrupción, no solo como un problema político, sino como una cuestión ética que afecta la dignidad de todos.

  • Libertad,  Sociedad

    LA TENSIÓN ENTRE LIBERTAD Y BIENESTAR COLECTIVO EN LAS DEMOCRACIAS

    Una de las tensiones más profundas en las democracias modernas es cómo equilibrar la libertad individual con el bienestar colectivo. En una democracia, el poder del Estado no solo debe garantizar la protección de los derechos individuales, sino que también debe velar por el bien común, lo que a menudo requiere intervenciones en la economía, la seguridad social y otros ámbitos. Las políticas públicas orientadas a la redistribución de la riqueza, la regulación del mercado o la protección de las minorías pueden ser vistas por algunos como un exceso, pero son esenciales para asegurar una convivencia justa y equitativa.

    Por otro lado, los defensores del libertarismo argumentan que cualquier intervención estatal en la vida de los ciudadanos es una violación de la libertad individual. Según esta visión, el Estado debe limitarse a garantizar la seguridad y la justicia, evitando regulaciones que puedan interferir con las decisiones personales. Esta tensión entre libertad individual y responsabilidad colectiva plantea un debate constante sobre los límites del Estado y sobre cómo equilibrar los derechos individuales con las necesidades sociales. Encontrar ese equilibrio es crucial para construir una democracia que no solo respete la autonomía de los individuos, sino que también promueva el bienestar y la equidad en la sociedad.

  • Libertad,  Sociedad

    LIBERTAD Y COMUNIDAD: UN EQUILIBRIO NECESARIO (I)

    La libertad y el amor no son conceptos opuestos; al contrario, se complementan y se refuerzan mutuamente cuando se orientan hacia el bien común. Una sociedad que valore la libertad sin descuidar el amor y la responsabilidad es una sociedad en la que las personas pueden vivir plenamente, respetándose mutuamente y contribuyendo a la construcción de una comunidad justa y solidaria. En esta visión, la libertad no implica un individualismo extremo o un desinterés hacia los demás, sino una condición que permite a cada persona desarrollarse y, al mismo tiempo, construir relaciones basadas en el respeto, la justicia y el amor.

    Para alcanzar un equilibrio entre libertad y amor, es fundamental que las personas se vean a sí mismas no solo como individuos, sino como miembros de una comunidad. La libertad, en este sentido, no es solo la capacidad de actuar en función de los propios deseos, sino también la disposición de comprometerse y actuar en beneficio de la comunidad. En una civilización del amor, la libertad personal y el bien común se refuerzan y se enriquecen mutuamente, creando un entorno en el que cada persona puede desarrollarse plenamente sin olvidar el impacto de sus decisiones en los demás.

  • Sociedad

    EL DILEMA MORAL EN LA POLÍTICA: ¿ÉXITO O PRINCIPIOS?

    Cuando la política se desvincula de la moral, corre el riesgo de transformarse en un fin en sí misma, donde el éxito a cualquier precio es la única medida. Sin embargo, el verdadero liderazgo requiere principios sólidos y un compromiso con el bien común. ¿Cómo podemos combatir el maquiavelismo político que justifica medios inmorales por objetivos eficaces? La respuesta radica en formar conciencias y recuperar los valores que nos hacen más humanos, recordando siempre que no hay verdadera grandeza sin ética.

    El desafío está en superar la tentación de medirlo todo en términos de beneficios inmediatos y replantear el ejercicio del poder como un servicio. Una política ética no es idealista, sino profundamente realista, porque reconoce que la grandeza de una nación se construye desde la verdad y la justicia. Solo un compromiso firme con estos principios permitirá devolver la confianza en las instituciones y recuperar la dignidad del acto político. No se trata de oponerse al progreso, sino de garantizar que cada paso avance con responsabilidad y respeto por el prójimo.

  • Sociedad

    ¿QUÉ ES UNA DEMOCRACIA RENOVADA?

    La democracia, tal como la conocemos hoy, ha mostrado tanto sus fortalezas como sus debilidades. Hemos llegado a un punto en el que no basta con votar cada ciertos años; necesitamos una democracia renovada que escuche las voces de la ciudadanía de manera constante y efectiva. Pero, ¿qué significa renovar una democracia? Implica construir un sistema donde los ciudadanos sean más activos y responsables de su entorno social y político.

    En el volumen 1 de Dinámicas Globales ya se reflexionaba sobre la tensión entre democracia y totalitarismo. Hoy, ese debate es más vigente que nunca. El riesgo de caer en sistemas opresivos siempre está presente cuando las sociedades dejan de cuestionarse y se limitan a seguir rutinas sin reflexión. Por eso, una democracia renovada debe centrarse en las personas, en su educación cívica y en su capacidad de movilizarse para defender sus derechos y los de los demás.

  • Sociedad

    ¿CÓMO CONSTRUIR UNA SOCIEDAD MÁS JUSTA?

    La construcción de una sociedad justa no puede ser una tarea impuesta desde arriba. Debe nacer de las bases, de cada uno de nosotros, y para ello se requiere voluntad y compromiso. En lugar de buscar respuestas únicas, debemos aceptar que la diversidad de opiniones y caminos puede enriquecer el proceso. El desafío radica en encontrar un camino común donde las ventajas y desventajas sean equitativamente distribuidas.

    La clave para edificar una sociedad más justa reside en los cimientos que construimos juntos, en la disposición de cada persona a repensar su papel en la colectividad y en la capacidad de dialogar y buscar soluciones basadas en hechos reales y necesidades comunes.

  • Sociedad

    EL LEGADO DEL IMPERIO CAROLINGIO EN LA UNIÓN EUROPEA

    Aunque el Imperio Carolingio desapareció hace siglos, su legado sigue vivo en las instituciones y estructuras que conforman la Europa moderna. Carlomagno, al unificar Europa central y occidental, estableció un modelo de cooperación entre los territorios que, de muchas maneras, prefiguró lo que hoy conocemos como la Unión Europea. A través de su enfoque en la unidad política, cultural y religiosa, el Imperio Carolingio contribuyó a forjar una identidad europea común.

    Hoy, cuando reflexionamos sobre los desafíos de la integración europea, es útil recordar el impacto de Carlomagno y su imperio. La creación de una lengua común, la preservación del saber clásico y la protección de las fronteras son todas lecciones que Europa ha vuelto a retomar en su esfuerzo por consolidar una unión estable y próspera.

  • Religión,  Sociedad

    EL SURGIMIENTO DE UN NUEVO PARADIGMA SOCIOLÓGICO

    En la sociología de la religión se aprecia un cambio fundamental que cuestiona la vieja idea de la secularización progresiva. Este “nuevo paradigma” propone la coexistencia de múltiples creencias y prácticas en competencia, algo que muchos consideraban imposible en una sociedad cada vez más científica y tecnificada. El retorno de la magia, el misticismo y la religiosidad en diversos contextos ha llevado a revisar la visión clásica de que la fe quedaría relegada con el avance de la ciencia.

    De este modo, autores como Peter Berger y Stephen Warner han abierto la puerta a estudiar la religión a partir de conceptos económicos y organizativos. El foco se traslada de ver la religión como un atributo de la sociedad entera a interpretarla como parte de diversos grupos que interactúan en un “mercado” de ofertas espirituales. Este enfoque permite un mejor entendimiento de por qué, lejos de desaparecer, las prácticas religiosas se han fortalecido o transformado bajo la influencia de la modernidad.

  • Filosofía,  Sociedad

    FRANCIA: UNA REVOLUCIÓN CULTURAL COMO ÚNICA SALIDA

    Según Henri Hude, los problemas de los suburbios franceses son solo un reflejo del colapso cultural de toda la sociedad. No se trata únicamente de inmigración o desigualdad, sino de una crisis de civilización. La cultura posmoderna ha destruido la autoridad, ha disuelto la familia y ha convertido la educación en un laboratorio de deconstrucción. Sin referencias morales ni sentido de pertenencia, los jóvenes no encuentran razones para amar a Francia.

    La solución, para Hude, no está en medidas tecnocráticas como retirar ayudas sociales a los alborotadores. El problema es mucho más profundo. Francia necesita una revolución cultural que afecte todos los ámbitos de la vida: la familia, la escuela, la economía y la política. Sin un cambio de civilización, las crisis seguirán repitiéndose con mayor intensidad.

    Este diagnóstico es radical, pero realista. El sistema actual, basado en el endeudamiento y el relativismo moral, es insostenible. La posmodernidad ha destruido los pilares sobre los que se asentaba la cohesión social. Para evitar el colapso, es necesario redescubrir valores trascendentes: la verdad, el bien, la belleza y, en última instancia, a Dios.

    Como advierte Hude, sin esta transformación, Francia está condenada a la disolución. La alternativa no es solo política o económica, sino esencialmente espiritual. Solo una nueva visión del hombre puede dar sentido a la libertad y restaurar el orden social sobre bases firmes.

    Además, me gustaría añadir, el paso de la Ilustración al Nihilismo no es en absoluto fruto de la casualidad; la negación laicista de la trascendencia, de la religión, del homo spiritualis, que han permeado las doctrinas ilustradas han llevado precisamente la sociedad al Nihilismo, a la exaltación de la nada, a la ausencia de valores fuertes en los que la sociedad se podía apoyar.

  • Filosofía,  Sociedad

    FRANCIA, UN PAÍS SIN RUMBO: DE LA ILUSTRACIÓN AL NIHILISMO

    La crisis francesa no es solo política o económica, sino esencialmente cultural. Henri Hude señala que el país ha pasado de ser una nación con dos tradiciones sólidas —el catolicismo y la Ilustración— a una sociedad dominada por la arbitrariedad. La laicidad, que alguna vez buscó ser un espacio de convivencia entre distintas visiones del mundo, ha degenerado en un nihilismo dogmático que ya no tolera ninguna alternativa.

    El resultado es una cultura donde el individuo es divinizado, pero desprovisto de cualquier anclaje en la verdad o el bien. En este contexto, la educación ha sido una de las principales víctimas. La escuela, lejos de transmitir un legado cultural valioso, ha sido colonizada por el izquierdismo pedagógico, que ha impuesto un modelo sin autoridad, sin disciplina y sin referencias sólidas.

    Esta crisis cultural no afecta solo a los jóvenes de los suburbios, sino a toda la sociedad. Lo que diferencia a los barrios periféricos es que en ellos el Estado es percibido como ilegítimo. Cuando la autoridad carece de fundamento moral, cualquier uso de la fuerza es visto como violencia arbitraria. Así, los disturbios no son más que la expresión caótica de una cultura en descomposición.

    Para Hude, la única solución es un cambio radical en la cultura. Francia debe recuperar una visión del hombre y de la sociedad que reconozca la verdad, la naturaleza y la razón. En este sentido, recuerda las palabras de Benedicto XVI: “Necesitamos una nueva síntesis humanista”. Sin esta renovación, Francia seguirá sumida en el desconcierto y la violencia.

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    FRANCIA: SÍNTOMA DE UNA CRISIS CULTURAL PROFUNDA

    Empezamos un ciclo de tres entradas del blog dedicado a mis reflexiones sobre una entrevista que el filósofo Henri Hude concedió en agosto del 2023, en la que, a mi parecer, consigue poner en evidencia claves que nos pueden ser útiles también en otras ocasiones.

    Los disturbios que sacudieron Francia en 2023 tras la muerte del joven Nahel Merzouk no son un hecho aislado. Como explica Henri Hude, no pueden reducirse a la brutalidad policial, la desigualdad social o el fracaso de la integración. Se trata, más bien, del resultado de una crisis cultural profunda. Francia no solo enfrenta la fractura identitaria derivada de la inmigración, sino una crisis de significado y cohesión. En el pasado, su cultura estaba anclada en dos tradiciones fuertes: el catolicismo y la Ilustración. Hoy, ambas han sido desplazadas por un nihilismo posmoderno que priva a la sociedad de valores sólidos.

    Hude advierte que los jóvenes de los suburbios no son ajenos a esta cultura dominante. De hecho, están completamente integrados en un sistema que promueve la libertad absoluta del individuo sin referencia al bien o la verdad. La autoridad ha sido sistemáticamente erosionada en la familia y la escuela, generando un vacío moral que solo deja espacio para la arbitrariedad. La revuelta no es una petición de justicia, sino una manifestación de frustración en una sociedad que ha perdido su rumbo.

    El filósofo francés compara la situación actual con las “guerras de la harina” previas a la Revolución de 1789. Francia vive por encima de sus posibilidades, endeudándose sin cesar. Cuando el sistema colapse y deba afrontar la realidad, la crisis será total. Para Hude, la única salida es reconstruir una cultura común basada en principios universales, una nueva síntesis humanista que devuelva a la sociedad un sentido de dirección.

    Sin esta transformación, los conflictos continuarán y se profundizarán. La cultura posmoderna ha sumido a Francia en la impotencia y el caos. Solo una recuperación de valores trascendentes puede ofrecer una alternativa viable y evitar la disolución del orden social.