• Derechos

    ¿PUEDEN LOS DERECHOS HUMANOS SOBREVIVIR SIN DIOS?

    El concepto de “persona” que fundamenta los derechos humanos encuentra su verdadera luz en el cristianismo, que revela a cada ser humano como alguien infinitamente valioso y amado. Aunque muchas culturas han reconocido ciertos derechos a través de la razón, la fe cristiana ofrece una perspectiva única al mostrar que la dignidad humana no solo se comprende intelectualmente, sino que se experimenta en el amor. La experiencia de ser amado y de recibir lo que no se merece permite a la persona reconocer su dignidad y sus derechos.

    Sin esta dimensión trascendente, los derechos humanos corren el riesgo de perder su fuerza moral y transformarse en conceptos vacíos. Como afirmaba Benedicto XVI, si Dios desaparece de la vida pública, la sociedad puede convertirse en una estructura sin rumbo ético, y el resultado es una imagen distorsionada de la humanidad. En definitiva, la religión, lejos de ser un simple complemento, es esencial para sostener y vivificar los derechos humanos, convirtiéndose en un pilar de una auténtica “buena sociedad”.

  • Derechos

    LA LEY NATURAL COMO BASE DE JUSTICIA Y CARIDAD

    La ley natural es para la Iglesia una referencia fundamental para entender los derechos humanos, pues radica en la misma esencia espiritual de la persona. Lejos de ser una imposición externa, la ley natural se presenta como un “diseño de amor” impreso en cada ser humano. Este enfoque invita a comprender la naturaleza humana no de manera estática, sino como un proyecto espiritual en desarrollo que cada persona lleva a cabo libremente en relación con Dios y los demás.

    Esta ley no es solo un código de justicia, sino también una invitación a la caridad. La justicia exige dar a cada uno lo suyo, pero la caridad, como “reina de las virtudes”, va más allá, ofreciendo una entrega generosa y amorosa que garantiza el respeto a los derechos humanos. Como lo expresó Benedicto XVI, incluso en la sociedad más justa, el amor seguirá siendo necesario. La caridad da vida a la justicia y a la dignidad humana, en una verdadera convivencia fraterna y solidaria.

  • Derechos

    LOS DERECHOS HUMANOS: FUNDAMENTO EN LA DIGNIDAD TRASCENDENTE

    Este otro breve ciclo de entradas está dedicado al tema de los derechos humanos; Mons. Crepaldi habló de ello en Salamanca, con ocasión del sexagésimo aniversario de la declaración sobre los derechos humanos.

    Según afirmó en 2008 Mons. Giampaolo Crepaldi, entonces Secretario del Consejo Pontificio Justicia y Paz, la Iglesia considera que los derechos humanos expresan la dignidad trascendente de la persona, vista como una criatura única y amada por Dios en sí misma, nunca como un medio para otros fines. Esta dignidad exige un respeto incondicional, algo que la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 capturó como una “piedra miliar” en el progreso moral de la humanidad, según palabras de Juan Pablo II. Sin embargo, la Iglesia advierte que los derechos humanos se vacían de contenido cuando se reducen a meras normas legales o procedimientos, o cuando se interpreta su aplicación de manera relativa o individualista, sin reconocer su universalidad e inviolabilidad.

    Afirmar los derechos humanos requiere una visión integral del ser humano, una que lo conecte tanto con su origen divino como con su naturaleza racional y social. Para la Iglesia, esta conexión se logra mediante la ley natural, que no es una imposición externa, sino una llamada interna al respeto de la dignidad humana, accesible a través de la razón y la fe. Este respeto permite reconocer a cada persona en su verdadera valía y establece una base sólida y universal para la convivencia humana.

  • Humanismo

    EL HUMANISMO Y LA DEMOCRACIA

    El filósofo Jacques Maritain sostenía que la democracia no puede desligarse de su inspiración evangélica. Esta conexión implica que el verdadero ideal democrático está intrínsecamente ligado al amor y al respeto por la dignidad humana. En un mundo donde el individualismo y la búsqueda del beneficio personal parecen dominar, es vital recordar que una democracia efectiva se basa en principios más profundos que el mero acto de votar.

    La democracia, como un árbol cuyas raíces son el humanismo, debe alimentarse de un sentido de comunidad y responsabilidad compartida. Esto requiere un esfuerzo no solo de los gobernantes, sino de cada ciudadano. El humanismo heroico, como lo llamaba Maritain, es el camino hacia una democracia renovada, donde el amor y la esperanza son fuerzas motivadoras en la construcción de una sociedad justa y equitativa.

  • Humanismo

    HUMANISMO Y DESAFÍOS EXISTENCIALES: EL HOMBRE EN EL SIGLO XXI

    Sería legítimo que nos planteáramos una reflexión sobre el ascenso y la caída de la noción de “humanismo”. A lo largo de la historia moderna, hemos visto cómo la humanidad se ha elevado al estatus de “ser supremo” en la visión de pensadores como Karl Marx y Auguste Comte. Sin embargo, ese ascenso ha sido seguido por una caída abrupta: los logros alcanzados en medio milenio se han erosionado en apenas unas décadas. Michel Foucault, en su obra Las palabras y las cosas, ya vislumbraba en 1966 un desmoronamiento de la noción de “hombre” como fundamento de las ciencias humanas, aunque no anticipó del todo el posible colapso concreto de la humanidad. Hoy en día, los peligros para la especie humana ya no son solo conceptuales; enfrentamos amenazas tangibles que podrían llevarnos a la extinción, ya sea por eventos súbitos, como una guerra nuclear o la caída de un meteorito, o por procesos graduales, como la contaminación ambiental y la crisis demográfica, tal como advertía Pierre Chaunu en los años 70.

    Estos peligros externos, sin embargo, están profundamente conectados con un fenómeno interno: la crisis de legitimidad del hombre como ser digno de perdurar. La duda sobre el valor intrínseco de la humanidad socava el impulso por la supervivencia y reduce la energía colectiva para enfrentar los retos que amenazan nuestra existencia. En este contexto, la reconstrucción de un humanismo auténtico, que afirme el valor de la vida humana y su propósito en el mundo, es esencial. Si la humanidad ha de evitar su propia desaparición, es vital que recupere una comprensión de sí misma que inspire la acción y el compromiso con el futuro.

  • Humanismo

    SECULARIZACIÓN Y SENTIDO: HACIA UN HUMANISMO PLENO

    En su obra El reino del hombre. Génesis y fracaso del proyecto moderno, el autor, Rémi Brague, examina el esfuerzo de la modernidad por poner al ser humano en el centro de toda realidad, dejando de lado cualquier referencia trascendente. Este proyecto, aunque inicialmente razonable en su intento de neutralidad religiosa, ha llevado a una secularización radical que hoy, lejos de su propósito inicial, ha desembocado en una sociedad nihilista y desconectada de cualquier sentido profundo. La secularización, en su sentido positivo, puede entenderse como la neutralidad religiosa del Estado, es decir, como la distinción —de raíz cristiana— entre lo temporal y lo espiritual. Sin embargo, el “secularismo”, que rechaza explícitamente lo divino, ha reducido la visión de la vida a una existencia sin propósito, desvinculada de la naturaleza o de Dios como fundamentos de legitimidad y valor de la vida humana.

    Esta visión secularista extrema acarrea graves consecuencias. Al eliminar cualquier referencia superior, la existencia humana queda vacía de sentido propio; solo se nos ve como el resultado de un azar evolutivo, como sostenía Jacques Monod. Este enfoque, en su lógica absurda, lleva a considerar que el dominio del hombre sobre la Tierra es tiránico e incluso prescindible. No es sorprendente que algunas voces en la conversación pública sugieran que el hombre debe desaparecer para “salvar el planeta”. Para superar esta visión desoladora, debemos encontrar un equilibrio que permita a la secularización convivir con una apertura a lo trascendente. La tarea es construir un humanismo inclusivo que, sin imponer dogmas, reconozca que la vida humana tiene un valor intrínseco y que hay algo más allá de la simple supervivencia que confiere sentido a nuestra existencia.

  • Filosofía,  Humanismo

    ¿QUÉ SIGNIFICA SER HUMANO?

    Definir lo que significa ser humano ha sido un reto para filósofos durante milenios. Desde Aristóteles, que destacó nuestra capacidad de razonamiento, hasta Rousseau, quien nos describió como seres sociales, cada enfoque abre una ventana distinta a la complejidad humana. Kant agregó la dimensión moral, argumentando que somos seres éticos, capaces de discernir entre el bien y el mal.

    Ninguna de estas perspectivas es excluyente, sino complementaria. Juntas, nos ofrecen una visión más rica del ser humano, una especie que no solo es consciente de sí misma, sino que también crea y transmite cultura, valores y tradiciones de generación en generación.

    No obstante, todas ellas se completan y adquieren un nuevo significado cuando el “factor amor” entra en juego. Una civilización plenamente humana sólo puede ser una civilización del amor.