Según Henri Hude, los problemas de los suburbios franceses son solo un reflejo del colapso cultural de toda la sociedad. No se trata únicamente de inmigración o desigualdad, sino de una crisis de civilización. La cultura posmoderna ha destruido la autoridad, ha disuelto la familia y ha convertido la educación en un laboratorio de deconstrucción. Sin referencias morales ni sentido de pertenencia, los jóvenes no encuentran razones para amar a Francia.
La solución, para Hude, no está en medidas tecnocráticas como retirar ayudas sociales a los alborotadores. El problema es mucho más profundo. Francia necesita una revolución cultural que afecte todos los ámbitos de la vida: la familia, la escuela, la economía y la política. Sin un cambio de civilización, las crisis seguirán repitiéndose con mayor intensidad.
Este diagnóstico es radical, pero realista. El sistema actual, basado en el endeudamiento y el relativismo moral, es insostenible. La posmodernidad ha destruido los pilares sobre los que se asentaba la cohesión social. Para evitar el colapso, es necesario redescubrir valores trascendentes: la verdad, el bien, la belleza y, en última instancia, a Dios.
Como advierte Hude, sin esta transformación, Francia está condenada a la disolución. La alternativa no es solo política o económica, sino esencialmente espiritual. Solo una nueva visión del hombre puede dar sentido a la libertad y restaurar el orden social sobre bases firmes.
Además, me gustaría añadir, el paso de la Ilustración al Nihilismo no es en absoluto fruto de la casualidad; la negación laicista de la trascendencia, de la religión, del homo spiritualis, que han permeado las doctrinas ilustradas han llevado precisamente la sociedad al Nihilismo, a la exaltación de la nada, a la ausencia de valores fuertes en los que la sociedad se podía apoyar.