El nuevo paradigma de la economía religiosa sostiene que el pluralismo, entendido como la existencia de múltiples “firmas religiosas” compitiendo, genera un entorno dinámico y enriquecedor. Contrario a teorías anteriores que consideraban el pluralismo un factor de debilitamiento de la religión, esta perspectiva enfatiza que la competencia motiva a las distintas organizaciones a volcarse con más fuerza en la captación y el cuidado de sus fieles.
Esta visión contrasta con la de autores como Peter Berger, quien consideraba que la variedad de submundos religiosos fomentaba la relativización y, con ella, la pérdida de credibilidad de la fe. Sin embargo, los estudios de Stark, Finke e Iannaccone muestran que, en mercados no regulados, la diversidad promueve un aumento de la participación religiosa. Al ofrecer estilos y exigencias diversas, se cubren las diferentes necesidades y sensibilidades espirituales de la población.
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