Me fijé en cómo Jesús llama a los primeros apóstoles: “Ven y sígueme”, les dice. Palabras sencillas que han cambiado la vida de muchos. Sin embargo, esta simple invitación me lleva a reflexionar sobre cómo debemos responder y cuál debería ser nuestra actitud.
Dios nos elige basándose en criterios que no alcanzamos a comprender. Sabemos que no lo hace por nuestros éxitos o logros en la vida diaria, aquellos que, desde una perspectiva mundana, se considerarían triunfos. Por tanto, nuestra actitud no puede ser de soberbia: hemos sido escogidos por razones que nosotros mismos no logramos entender.
Actuar en consecuencia implica asumir una actitud de humildad e intentar descubrir las razones detrás de lo que, a nuestros ojos, parece una irracionalidad divina. Solo así podremos ser realmente útiles al designio de Dios.