• Sociedad

    DEGRADACIÓN DEMOCRÁTICA

    La democracia ¿se está degradando a causa de la falta de separación de los poderes? Es una pregunta que veo repetida en algunos medios, de forma reiterada, en estos días. Por mi parte no me puedo callar al respecto: ya lo viste en el volumen 1 de Dinámicas Globales, en que hablé de manera amplia acerca de la democracia real.

    En realidad, la democracia lleva tiempo degradándose. Lo hace desde que empezó a perder su misma razón de ser, sus propios fundamentos. Se puede observar en el buenismo antropológico que contribuye a desnaturalizarla mediante una tutela de los errores, mediante la impunidad pragmática de los culpables de delitos, la relajación moral que recuerda el imperio romano devastado por los bárbaros, la indiferencia de los ciudadanos en cuanto a las actuaciones políticas ya que «todos son iguales».

    Giorgia Meloni, Presidente del Consejo de Ministros italiana, contestó en una ocasión a quienes la acusaban de una deriva totalitaria de manera clara. Si apretamos las tuercas y aumentamos las penas para quién incumple la ley, para los que okkupan viviendas, para los que se aprovechan de los ancianos y los más débiles, ¿a quién estamos oprimiendo? Porque, decía, lo que estamos haciendo no es reducir los derechos de los ciudadanos, sino precisamente tutelar a los ciudadanos honestos de los abusos de los que no lo son.

    Te invito a reflexionar, especialmente considerando qué derechos se están defendiendo en España (o en el país en que vives).

  • Geopolítica

    PODER FLOTANTE: OPACIDAD Y LOBBY EN LA GOBERNANZA SUPRANACIONAL

    Las organizaciones supranacionales se han consolidado como piezas clave del poder global, pero lo han hecho con una legitimidad democrática difusa. De ahí emerge un “poder flotante”: instancias que se presentan como prolongación de la soberanía estatal, aunque en la práctica responden a intereses transnacionales que superan —y a veces contradicen— las preferencias expresadas en las urnas. El resultado es un desajuste entre influencia real y control ciudadano efectivo.

    El motor de esta asimetría es financiero. La arquitectura de recursos mezcla fondos públicos, donaciones de fundaciones, aportes corporativos y circuitos offshore, creando capas de intermediación que oscurecen el origen del dinero y los potenciales conflictos de interés. En ese ecosistema, muchas ONG operan como lobbies de baja visibilidad y algunas instituciones intergubernamentales coordinan políticas con mínima rendición de cuentas, escudadas en procedimientos técnicos y en cadenas de intermediarios que diluyen responsabilidades.

    Sobre esa base crece una deriva tecnocrática y cultural: decisiones políticas se presentan como “técnicas”, desplazando el debate democrático, mientras ciertos programas actúan como vectores de “ingeniería social global”. Cuando una agenda encuentra resistencia en el ámbito nacional, reaparece por la vía supranacional: presiona desde fuera en materias sensibles —medio ambiente, derechos humanos, género— condicionando marcos legales y presupuestarios sin un mandato ciudadano claro.

    La respuesta exige método: seguir el rastro del dinero, mapear redes de influencia personal e institucional y medir impacto real sobre los procesos democráticos. Transparencia presupuestaria, trazabilidad de financiadores, evaluación independiente y límites al lobby encubierto son requisitos para reequilibrar la balanza. Sin estos contrapesos, la gobernanza global continuará acumulando poder en manos opacas, mientras la soberanía democrática se vuelve cada vez más nominal.

  • Totalitarismo

    CUANDO «TEMPORAL» SE VUELVE PERMANENTE

    Hace apenas unos años, mostrar tu historial médico para entrar a un café habría sonado paranoico. Hoy, un código QR sanitario nos parece una anécdota del pasado reciente. Así funciona la ventana de Overton: lo que ayer era impensable, mañana se vuelve rutina. El proceso es casi siempre idéntico: primero se lanza la idea extrema como algo hipotético o irónico; luego aparece un eufemismo tranquilizador —«pasaporte de libertad», «moneda digital inclusiva»—; llega la gran crisis que exige soluciones urgentes y, de pronto, el experimento “temporal” se queda para siempre. ¿Quién recuerda ya la promesa de desactivar la Patriot Act o las aplicaciones de rastreo COVID?

    El truco no es convencerte a base de argumentos, sino cansarte con sobresaltos encadenados. Terrorismo, pandemias, clima, desinformación… Cada alarma desplaza un poco más el límite de lo aceptable. Entre tanto, la comodidad juega de aliada: un pago sin contacto, una fila más corta en el aeropuerto, un clic para validar tu identidad. Pequeños privilegios que compramos con grandes concesiones invisibles. Cuando queremos darnos cuenta, el efectivo anónimo es «sospechoso», las cámaras de reconocimiento facial son «por tu seguridad» y cuestionar la norma se tilda de «negacionismo».

    Recordar cómo llegamos aquí es el primer acto de resistencia. Cada medida extraordinaria debe llevar fecha de caducidad y debate público real antes de instalarse en nuestra cotidianeidad. Porque si normalizamos lo impensable sin preguntarnos por qué, despertaremos en un mundo donde lo inevitable será obedecer.

  • Totalitarismo

    MIL VOCES, CERO ECO: LA TRAMPA DE LA DISIDENCIA FRAGMENTADA

    Nunca hubo tantos movimientos, etiquetas y causas como ahora; sin embargo, el poder se mantiene sorprendentemente cómodo. ¿Por qué? Porque la indignación está repartida en mil micro‑guetos digitales que rara vez se hablan entre sí. Algoritmos hechos para entretener clasifican a cada usuario por sus pasiones y le muestran solo lo que refuerza su identidad: el ecologista devora datos sobre plásticos, la activista de género recibe hilos sobre patriarcado, el indignado anticorrupción se alimenta de escándalos políticos. Todos creen estar “luchando”, pero lo hacen en pasillos paralelos que nunca confluyen.

    Esta dispersión genera una satisfacción engañosa: cada burbuja encuentra confirma­ción constante de que “los malos” son los otros y de que “su” causa es la más urgente. El clic fácil —un meme, una firma, un hashtag— produce un instante de euforia moral, pero no crea estructuras capaces de negociar o presionar. Cuando llega el momento de articular propuestas comunes, la energía se ha consumido en polémicas laterales y rivalidades internas. El sistema observa divertido cómo la marea se convierte en espuma antes de alcanzar la orilla.

    Dividir para reinar ya no es un simple eslogan: es ingeniería algorítmica. El reto del pensamiento crítico consiste en construir puentes entre causas que comparten un enemigo estructural —la concentración de poder económico, político y mediático— aunque difieran en matices. Hasta que no logremos que esas mil voces resuenen en un eco unificado, el totalitarismo blando seguirá festejando nuestra dispersión desde su palco privilegiado.

  • Totalitarismo

    TU BILLETERA, SU BOTÓN DE PAUSA

    Imagina que tu tarjeta deja de funcionar minutos después de que compartes en redes una crítica al gobierno. No hubo juicio ni multa: sólo un mensaje de “operación rechazada”. Esa es la nueva frontera del control social. El dinero ya no es sólo medio de intercambio; se ha convertido en un permiso digital, programable y revocable. Con monedas soberanas electrónicas, bloqueos bancarios exprés y puntajes “verdes” o ideológicos, el poder puede premiar o castigar sin disparar una sola ley ni enviar patrullas a la calle.

    El mecanismo es seductor porque se vende como modernización. Lucha contra el fraude, inclusión financiera, sostenibilidad climática… ¿Quién podría oponerse? Pero el precio es una libertad económica condicionada: tus transacciones son trazadas, tus ahorros pueden caducar o limitarse a productos “aprobados”, tus ayudas sociales dependen de que mantengas la “conducta correcta”. Canadá lo demostró congelando cuentas de camioneros; China lo perfecciona con su yuan digital programable; plataformas privadas como PayPal o Patreon ya ejercen de censoras financieras impidiendo que ciertas voces incómodas reciban donaciones.

    La consecuencia es sutil y profunda. Sutil, porque nadie percibe el zarpazo hasta que su saldo desaparece. Profunda, porque donde el dinero obedece al poder, la disidencia se vuelve un lujo inasequible. En la era del totalitarismo 3.0, la primera línea de defensa de tu libertad ya no está en la plaza pública, sino en la arquitectura invisible de tu cuenta bancaria. Mantén los ojos abiertos: un clic en un servidor puede valer más que mil policías en la puerta.

  • Totalitarismo

    CUANDO LAS PALABRAS PIERDEN FILO: LA NEOLENGUA DEL SIGLO XXI

    La libertad política empieza, siempre, en la precisión del lenguaje. Cuando el poder decide que la tortura es “interrogatorio reforzado”, que el espionaje masivo es “patriotismo” o que bombardear un barrio es “cortar el césped”, no solo engaña: nos roba las palabras con las que podríamos denunciarlo. Así funciona el totalitarismo blando: no necesita prohibir los términos incómodos, basta con vaciarlos, dulcificarlos o cargarlos de pólvora emocional. Una vez que el eufemismo ocupa el lugar de la verdad, la realidad queda desfigurada y la protesta se vuelve ininteligible.

    La operación es doble. Por un lado, el discurso oficial adopta una jerga higiénica que convierte cualquier atropello en trámite administrativo: “daño colateral”, “operación especial”, “confinamiento adaptado”. Por otro, ciertas etiquetas adquieren un peso destructivo que clausura el diálogo: basta con llamar “negacionista”, “odiador” o “ultra” a quien plantea una objeción para que quede fuera de juego. El debate deja de ser un intercambio de razones y se convierte en un campo minado de significantes tóxicos. Las palabras ya no describen: clasifican, absolven o condenan.

    Recuperar la libertad pasa, entonces, por rescatar el lenguaje. Nombrar las cosas por su nombre es un acto de resistencia; negarse a tragar eufemismos, un ejercicio de higiene mental. Allí donde la guerra es guerra y la censura es censura, la responsabilidad comienza a ser posible. Porque solo cuando las palabras vuelven a tener filo puede el pensamiento crítico cortar las telas de la manipulación.

  • Totalitarismo

    DEMASIADA INFORMACIÓN, CERO CLARIDAD

    Creíamos que la censura consistía en quitar noticias; descubrimos que también puede esconderse en el exceso. Hoy cada pantalla nos lanza titulares, alertas, vídeos y estadísticas a una velocidad imposible de procesar. Entre notificación y notificación, nuestra atención se fragmenta, nuestra memoria colapsa y la realidad se vuelve un zumbido de fondo. Cuando todo importa, nada adquiere sentido.

    Esta saturación no es inocente. Gobiernos y grandes plataformas han aprendido que la confusión es tan útil como la mentira. Versiones contradictorias de un mismo hecho, cambios de directrices sin explicación y debates convertidos en espectáculo generan desconfianza y fatiga. Al final, el ciudadano delega: “que otros decidan, yo no doy abasto”. Es la rendición cognitiva.

    Así se impone el totalitarismo 3.0: no te prohíbe leer, simplemente te ahoga en datos hasta que dejas de buscar la verdad. El resultado es una sociedad sobre‑informada pero desorientada, donde la crítica desaparece por agotamiento. Para preservar la libertad, quizá el primer paso sea tan sencillo (o tan difícil) como volver a elegir qué leer… y cuándo desconectar.

  • Totalitarismo

    EL CONTROL YA NO CASTIGA: PREDICE

    Vivimos convencidos de que la vigilancia masiva es cosa de dictaduras. Pero hoy, incluso en democracias formales, nuestros movimientos, intereses, relaciones y emociones son monitorizados a través de dispositivos que llevamos con nosotros voluntariamente. No es que el Estado nos espíe como antes: ahora somos nosotros quienes damos permiso, pulsamos “aceptar” y dejamos huellas constantes. Lo hacemos a cambio de comodidad, acceso o supuesta seguridad. Y ese precio, cada vez más, es nuestra libertad condicionada.

    El verdadero peligro no está en que te castiguen por lo que haces, sino en que te evalúen por lo que podrías hacer. Con sistemas de crédito social, identificación digital y perfiles de riesgo construidos por inteligencia artificial, se está implantando una lógica de sospecha permanente. No necesitas cometer un error para ser señalado: basta con que tu historial o tus patrones no encajen. Así, el acceso a ciertos derechos puede verse restringido sin que exista delito, juicio o defensa.

    Lo más inquietante de esta nueva forma de vigilancia es que no necesita amenazas: funciona como incentivo. Cuanto más obediente seas, más acceso tendrás. Cuanto más predecible, más fluida será tu vida. El resultado es una sociedad aparentemente libre, pero profundamente condicionada. Porque en este sistema, quien decide cómo debes comportarte no eres tú… sino el algoritmo.

  • Totalitarismo

    CUANDO EL MIEDO NO VIENE DEL ESTADO, SINO DEL GRUPO

    Hay censuras que no necesitan leyes. Basta con una mirada de desprecio, una acusación lanzada en redes, una invitación que ya no llega. El totalitarismo blando no se impone desde arriba, sino desde los márgenes sociales. Se vale de emociones como la culpa, la vergüenza y el miedo al rechazo para hacer que el pensamiento crítico se calle, incluso antes de nacer. Ya no se castiga al que disiente: se le aísla, se le ridiculiza, se le acusa de “hacer daño”.

    Este tipo de represión emocional opera con gran eficacia: transforma cualquier objeción en una transgresión moral. Si dudas, es porque eres insolidario. Si criticas, es porque odias. Si haces preguntas incómodas, es porque “alimentas discursos peligrosos”. Así se construye un consenso no argumentado, sino impuesto por la presión del entorno. Y quienes más lo refuerzan no son necesariamente agentes del poder, sino personas corrientes que actúan como guardianes emocionales del sistema.

    Lo más inquietante es que esta forma de control no necesita justificación legal ni aparato coercitivo. Su fuerza reside en lo emocional, en la anticipación del juicio ajeno, en la autocensura afectiva. Si el totalitarismo del siglo XX se basaba en el miedo al castigo, el del siglo XXI se apoya en el miedo a la desaprobación. El efecto es el mismo: el pensamiento libre desaparece. Solo que ahora, quien lo suprime somos nosotros mismos.

  • Totalitarismo

    EL NUEVO CENSOR NO GRITA: ENTIERRA

    En la era digital, la censura ha cambiado de rostro. Ya no llega con tijeras ni con policías uniformados. Ahora es un algoritmo quien decide lo que vemos, lo que ignoramos y lo que, sin saberlo, dejamos de pensar. La censura algorítmica no prohíbe: simplemente hace que el contenido desaparezca sin desaparecer. Y lo hace en nombre de la seguridad, la salud pública o la lucha contra la desinformación.

    El mecanismo es técnico, pero su efecto es político. Cada publicación que subimos a redes sociales se somete a un análisis automático: palabras clave, tono emocional, perfil del emisor, temas sensibles. A partir de ahí, el sistema decide si lo que has dicho merece ser visto, enterrado, marcado o eliminado. Es un proceso sin juicio, sin apelación, sin transparencia. Y lo más inquietante es que ya nos hemos acostumbrado a ello.

    Los regímenes autoritarios utilizan este filtro con descaro —como en China o Irán—, pero lo verdaderamente peligroso es que también se emplea en democracias formales como Canadá, España, India o Estados Unidos. El poder no necesita prohibir la crítica si puede invisibilizarla. Por eso, el totalitarismo del siglo XXI no necesitará silenciarte: le basta con hacer que nadie te escuche.

  • Totalitarismo

    ¿DEMOCRACIAS INMUNES? PRESENTO MI NUEVO LIBRO SOBRE LA ‘ENFERMEDAD TOTALITARIA’

    He publicado un nuevo libro de la serie Dinámicas Globales: el Volumen 5, “Totalitarismos 3.0”. Si te interesa, puedes adquirirlo en este enlace.

    En esta entrega amplío las líneas maestras que tracé en el Volumen 1 (Democracia real) y me centro en profundizar en las tendencias totalitarias de la sociedad contemporánea, a menudo ocultas bajo capas de respetabilidad democrática.

    Analizo la manipulación, la propaganda y el autoritarismo desde la óptica del pensamiento crítico y, sobre todo, propongo un algoritmo para detectar lo que denomino “enfermedad totalitaria”. Además, describo las diez técnicas empleadas por los totalitarismos 3.0 -o econototalitarismos– que iré resumiendo en las próximas entradas.

  • Proyectos,  Publicaciones

    Personajes Clave del Pensamiento Crítico

    He empezado a publicar pequeños eBooks dedicados a los personajes clave del pensamiento crítico. Preveo lanzarlos en orden cronológico, empezando por Sócrates, con una cadencia quincenal. Por el momento, la lista incluye 69 personajes, pero no descarto la posibilidad de que el número aumente.

    Evidentemente, los filósofos griegos no conocían el concepto de pensamiento crítico, pero plantaron la semilla que se convertiría en un árbol frondoso en este siglo XXI. Mi idea ha sido recuperar algunas aportaciones filosóficas (y, en tiempos más recientes, incluso de otras disciplinas) y poner de manifiesto sus contribuciones —involuntarias, si se quiere— al pensamiento crítico.

    Así surge un rompecabezas de teorías, provenientes de todos los ámbitos geográficos y civilizaciones, que contribuye a armonizar las bases del pensamiento crítico tal como lo conocemos hoy. El pensamiento de los distintos autores —los personajes clave— no se presenta aquí en su integridad, sino en sus líneas maestras, por lo que este proyecto puede considerarse una contribución al desarrollo del pensamiento crítico.

    Al tratarse de volúmenes breves, por ahora se publican únicamente en formato eBook para Kindle, aunque preveo agruparlos de diez en diez en una edición impresa.

  • Proyectos

    UN PARÓN VERANIEGO

    Hoy es el 31 de julio, por lo tanto empieza un parón veraniego. No me iré de vacaciones, pero necesito tiempo para dar forma a los proyectos que tengo abiertos, y en particular a:

    • Dar forma y contenido al Proyecto Radar, que empecé este año 2025 y que he decidido modificar para su publicación en formato impreso
    • Preparar los contenidos de nuevas charlas y de un curso para universitarios que he preparado, además de una formación online que me parece muy interesante para centro educativos
    • Activación y desarrollo de un canal de YouTube para ofrecer contenidos breves, de entre 5 y 10 minutos

    Todo ello contando con poder publicar a finales de julio el volumen 5 de Dinámicas Globales, dedicado a los Totalitarismos 3.0; la siguiente entrega, en forma de relatos de ciencia ficción (como en el caso del Libro de los Sesgos I), sobre la Agenda 2030, está prevista para antes de Navidad.

  • Seguridad

    RECOMENDACIONES CLAVE PARA FRENAR LA ESPIRAL DE VIOLENCIA

    Prevenir actos de venganza y vigilantismo exige una estrategia integral que combine seguridad, justicia y cohesión social. En primer lugar, el Estado debe demostrar eficacia rápida y transparente: investigar, juzgar y condenar a los responsables directos evita la sensación de impunidad que alimenta la justicia por mano propia.

    Segundo, hay que reducir la polarización. Discursos políticos que señalan chivos expiatorios generan terreno fértil para patrullas y linchamientos. Programas educativos que promuevan el pensamiento crítico y medios de comunicación responsables son barreras contra la desinformación y el odio.

    Por último, limitar la proliferación de armas es decisivo. Cuantos más fusiles circulen en manos civiles, mayor la probabilidad de que un impulso de ira se convierta en tragedia irreversible. Regulaciones estrictas, controles de antecedentes y esfuerzos de desarme voluntario trasladan la balanza de la fuerza desde el impulso individual hacia las instituciones legítimas.

  • Seguridad

    MILICIAS POPULARES EN NIGERIA: ENTRE LA AUTODEFENSA Y EL CAOS

    En el noreste de Nigeria, la juventud formó la Civilian Joint Task Force para enfrentarse a Boko Haram cuando el ejército parecía desbordado. Con conocimiento del terreno y apoyo tácito de autoridades locales, los vigilantes expulsaron a insurgentes de varios barrios y ganaron popularidad inmediata.

    El éxito inicial, sin embargo, trajo consecuencias imprevistas. La milicia pasó de detenciones ciudadanas a ejecuciones sumarias; la lealtad tribal infló las listas de “sospechosos” y las venganzas personales se mezclaron con la guerra contra el terrorismo. El conflicto se hizo más íntimo: vecinos contra vecinos, hermanos contra hermanos.

    Cuando el Estado terceariza la seguridad a actores armados sin supervisión, pierde el control del uso de la violencia y abre la puerta a futuras bandas criminales. Fortalecer instituciones judiciales, indemnizar a los vigilantes que dejen las armas y ofrecer vías de reintegración son pasos esenciales para desmontar estructuras que, de otra forma, perdurarán más allá de la amenaza que las originó.

  • Seguridad

    CUANDO LA IRA ESTALLA: EL CASO CHRISTCHURCH Y LA ESCALADA DE VIOLENCIA REACTIVA

    El ataque contra dos mezquitas en Christchurch (2019) mostró cómo una sola persona puede transformar el deseo de venganza en carnicería global. El agresor se presentó como “justiciero” de víctimas occidentales de terrorismo islamista y, con ello, ató su crimen a un discurso de represalia transnacional. La masacre fue retransmitida en directo: un tutorial macabro para fanáticos de cualquier signo.

    Menos de veinticuatro horas después, foros yihadistas clamaban por “devolver el golpe”, confirmando la lógica del espejo: el extremismo se alimenta del extremismo opuesto. Cada acto promete protección a los “nuestros” pero ofrece munición emocional a los rivales.

    La lección es clara: cortar la cadena requiere aislar narrativas revanchistas y responder desde la legalidad. Limitar la difusión de manifiestos violentos, promover contramensajes sólidos y atender a las comunidades afectadas reduce la rentabilidad mediática y emocional de estos atentados.

  • Seguridad

    PATRULLAS CIUDADANAS Y FRONTERAS CERRADAS: EL LADO OSCURO DE LA SEGURIDAD COMUNITARIA

    En varios países europeos, grupos ultranacionalistas se enfundan chalecos, levantan barricadas simbólicas y patrullan estaciones o pasos fronterizos para “defender la patria”. A diferencia de la policía, estos colectivos autodesignados carecen de formación, protocolos de uso de la fuerza y mecanismos de rendición de cuentas.

    Su simple presencia armada proyecta un mensaje de exclusión: señalan a personas migrantes o de determinada fe como potenciales enemigos, normalizando el acoso y rompiendo la confianza entre vecinos. El Estado, que debería monopolizar la coerción legítima, queda cuestionado cuando tolera o impulsa estos despliegues, pues su silencio se interpreta como respaldo tácito a ideologías extremistas.

    A largo plazo, las patrullas parapoliciales crean “zonas grises” donde la ley depende de simpatías locales. Sustituirlas requiere una policía cercana pero profesional, junto con políticas que atiendan la inseguridad real —falta de empleo, servicios y presencia institucional— que estos grupos suelen capitalizar.

  • Seguridad

    HACKERS CONTRA EL TERROR: LUCES Y SOMBRAS DEL VIGILANTISMO DIGITAL

    En la era de las redes, el deseo de “hacer algo” encuentra un campo de batalla virtual. Colectivos de ciberactivistas han derribado miles de cuentas y foros yihadistas, dificultando la propaganda y la captación de seguidores. Estas operaciones pueden ser rápidas, creativas y, a primera vista, efectivas: cada perfil bloqueado evita que un vídeo extremista se viralice.

    La otra cara del hacktivismo es la ausencia de controles. Sin protocolos de verificación, los errores se cobran víctimas inocentes—basta una identidad mal atribuida para arruinar una vida. Además, las intromisiones torpes pueden alertar a los verdaderos terroristas y malograr investigaciones policiales en curso. ¿Quién asume entonces la responsabilidad por los daños colaterales?

    La colaboración ciudadana es valiosa, pero solo si se integra en estrategias oficiales que garanticen proporcionalidad y supervisión. Programas de “bug bounty” y canales seguros para compartir inteligencia son alternativas que permiten aprovechar la pericia técnica sin vulnerar derechos ni obstaculizar procesos judiciales.

  • Seguridad

    SOLIDARIDAD MECÁNICA Y DUELO COLECTIVO: ENTENDIENDO NUESTRAS PRIMERAS REACCIONES

    El sociólogo Émile Durkheim hablaba de “solidaridad mecánica” para describir la unidad espontánea que surge cuando un grupo afronta un peligro común. Tras un atentado, esa cohesión se materializa en vigilias, consignas de apoyo y símbolos compartidos que convierten el dolor privado en un duelo social. Vernos reflejados en las víctimas —“pude haber sido yo”— genera un impulso poderoso: protegernos mutuamente.

    Esa misma energía, sin embargo, puede bifurcarse. Dirigida al cuidado, inspira donaciones de sangre, rescates solidarios y campañas contra el odio. Desencauzada, se transforma en la rabia que justifica linchamientos o estigmatiza a comunidades completas. El punto de inflexión está en cómo nombramos al enemigo: cuando el debate público simplifica la amenaza —“ellos contra nosotros”— sembramos las semillas de la retaliación colectiva.

    Fomentar una solidaridad saludable exige liderazgos que reconozcan el dolor sin convertirlo en arma política. Narrativas inclusivas, espacios de duelo plural y medios que eviten el sensacionalismo ayudan a mantener la empatía por encima de la hostilidad. Así, la unión que nace del trauma se convierte en resiliencia y no en pretexto para nuevos agravios.

  • Seguridad

    LA TRAMPA DE LA VENGANZA: POR QUÉ CASTIGAR NO DETIENE EL TERRORISMO

    La primera reacción ante un atentado suele ser exigir “ojo por ojo”. Sin embargo, la evidencia muestra que castigar al agresor rara vez logra lo que promete. El impulso de devolver el golpe alimenta un ciclo de ofensas sucesivas en el que cada bando reclama la última palabra, multiplicando el sufrimiento de todos. Además, la venganza no rehabilita al culpable ni disuade a nuevos aspirantes: convierte al castigado en mártir a los ojos de los suyos y ofrece a los extremistas el relato perfecto para reclutar.

    En lugar de cerrar heridas, la represalia perpetúa el trauma de las víctimas. Muchas de ellas descubren que el alivio inicial da paso a un vacío todavía más doloroso, porque el ser querido no vuelve y la violencia continúa. Finalmente, cuando la justicia queda en manos de particulares, el Estado pierde autoridad y la seguridad colectiva se erosiona: más actores armados compiten por imponer su propia ley.

    Replantear el castigo en clave de prevención implica invertir en procesos judiciales imparciales, programas de desradicalización y políticas que reduzcan la sensación de impunidad. Castigar al culpable es legítimo, pero solo si fortalece el Estado de derecho y evita reacciones en cadena que agraven la amenaza.

  • Actualidad,  Seguridad

    APAGAR LA MECHA: LEYES EFICACES CONTRA EL AUGE DEL VIGILANTISMO

    Los hechos de este julio de 2025 en Torre-Pacheco (Murcia) me llevan a una reflexión que, hasta donde alcanzo a ver, no ha ocupado espacio en la prensa. La ofrezco aquí, con mi propio enfoque: para eso está este blog.

    La agresión sufrida por una persona mayor a manos de varios jóvenes magrebíes ha sido la chispa que ha hecho saltar la válvula de una olla a presión sobrecalentada durante demasiado tiempo. Se repite que la ultraderecha capitaliza el incidente para amplificar su agenda xenófoba y, a la vez, se sostiene que todo es fruto de una política excesivamente laxa frente a la inmigración irregular. Ambos diagnósticos, a mi juicio, yerra(n) el centro del problema.

    El punto que me interesa subrayar es otro: el auge paulatino —y alarmante— del vigilantismo, un fenómeno que bebe de la polarización extrema que estructura hoy la vida pública.

    Antes del parón veraniego desarrollaré este asunto en varias entradas; esta sirve tan solo de umbral para señalar algunos elementos generales pero esenciales.

    Conviene despejar cualquier duda: el vigilantismo no representa una solución; es el síntoma (y derivación) de un malestar social generalizado en el que la ciudadanía percibe desprotección ante cuestiones de seguridad y decide arrogarse competencias que corresponden al Estado, cuya función indeclinable es garantizar la protección de sus miembros.

    Así, la polarización que ciertos actores políticos alimentan —en nombre de alertar sobre los “peligros de la extrema derecha”— añade combustible a la sensación de impotencia frente a una “mano blanda” legislativa que deja atrás a quienes cumplen las normas. Paralelamente, los actores más populistas encuentran un terreno cada vez más fértil. El pensamiento crítico debería funcionar como antídoto frente a la captura por cualquiera de los extremos.

    La raíz permanece: un déficit normativo capaz de responder con eficacia a los desafíos del mundo contemporáneo. Dicho llanamente: legislar bien y a tiempo es la obligación profesional de quienes ocupan el Parlamento, y de ello depende una convivencia más serena. Lo obvio, sin embargo, se erosiona a diario mientras representantes bien remunerados desatienden esa responsabilidad; el problema alcanza los cimientos, como desarrollo en Dinámicas Globales, vol. 2. En los próximos días expondré con mayor detalle los riesgos del vigilantismo. La clave para neutralizarlo sigue en manos de los responsables políticos: si las leyes ofrecen respuestas eficaces a problemas percibidos como legítimos, nadie sentirá la tentación de ocupar las calles a modo de milicia improvisada.

  • Geopolítica

    ¡HASTA SEPTIEMBRE!

    Llegados a este punto, haremos un alto en la publicación de las entradas de los «sábados geopolíticos».

    En septiembre reanudaremos la publicación de esta línea de estudio y reflexión con nuevo material y nuevos estímulos. Pero seguiremos publicando entradas diarias de los demás temas hasta final de mes…

    ¡Hasta entonces!

  • Libertad

    LA LIBERTAD DE NO CREER: UN DERECHO FUNDAMENTAL (V)

    La libertad religiosa no solo abarca el derecho a profesar una fe, sino también el derecho a no tener ninguna creencia religiosa. Este derecho es igualmente sagrado, ya que cada individuo debe tener la libertad de decidir su relación con lo trascendente o la falta de ella. En una sociedad donde se respeta este derecho, la convivencia se basa en el respeto y en la aceptación de la diversidad de opiniones.

    Los intentos de imponer una religión o, en el caso opuesto, de erradicar cualquier expresión religiosa, han demostrado ser ineficaces y contraproducentes. La historia está llena de ejemplos de cómo las políticas represivas hacia la religión solo logran fortalecer el sentimiento de fe entre los creyentes. Por lo tanto, un enfoque que respete tanto la libertad de creer como la de no creer es fundamental para construir una sociedad equilibrada y justa.

  • Libertad

    CAPITAL SOCIAL Y RELIGIÓN: CONSTRUYENDO UNA SOCIEDAD COHESIONADA (IV)

    El capital social es un recurso intangible pero fundamental para cualquier sociedad: representa la red de confianza, relaciones y normas que facilitan la cooperación entre sus miembros. La religión, junto a la familia y el asociacionismo, juega un rol clave en la construcción de este capital social.

    Las religiones fomentan el crecimiento personal y el compromiso con el bien común, aspectos que benefician a la sociedad en su conjunto.

    Cuando los individuos se esfuerzan en mejorar constantemente en virtud de sus creencias, tienden a generar menos conflictos y contribuyen activamente al bienestar colectivo. Además, el proselitismo religioso, cuando se realiza respetando la libertad del otro, multiplica los vínculos sociales y, en consecuencia, fortalece el capital social. De esta manera, la libertad religiosa se convierte en un aliado para la paz y el desarrollo social.

  • Libertad

    LIBERTADES POLÍTICAS, ECONÓMICAS Y RELIGIOSAS: UN CONJUNTO INDIVISIBLE (III)

    Las libertades políticas, económicas y religiosas son interdependientes y fundamentales para el desarrollo de una sociedad equilibrada. La libertad política permite al ciudadano elegir a sus gobernantes, la libertad económica asegura la diversidad en el mercado, y la libertad religiosa garantiza que cada persona pueda buscar su sentido espiritual sin coerción. Si alguna de estas libertades es limitada, el equilibrio se rompe y surgen tensiones que afectan la estabilidad social. En este contexto, la libertad religiosa se destaca como un derecho esencial, ya que toca una esfera íntima de la persona: su relación con lo trascendente. No se puede obligar a una persona a aceptar un credo; esta elección debe ser libre y auténtica. Al proteger y promover todas estas libertades, los gobiernos no solo aseguran el respeto de los derechos humanos, sino que también construyen una sociedad más fuerte y resiliente.

  • Libertad

    PLURALISMO RELIGIOSO: UN CAMINO HACIA LA CONVIVENCIA (II)

    El pluralismo religioso va más allá de la mera tolerancia; es la base para una convivencia pacífica entre diferentes credos. En un contexto pluralista, no solo se reconocen los derechos de todos a practicar su fe, sino que se promueve una comprensión y respeto profundos entre diversas tradiciones. El pluralismo permite que las religiones coexistan, cada una dirigida a un «mercado» específico de seguidores, sin necesidad de competencia o imposición.

    La tolerancia, por otro lado, aunque necesaria, no garantiza una convivencia genuina. La tolerancia busca evitar conflictos al ignorar las diferencias, mientras que el pluralismo reconoce y celebra estas diferencias. Es una estrategia que, aunque no es perfecta, ha demostrado ser eficaz para lograr una paz duradera y una sociedad donde cada persona puede expresar libremente sus creencias sin temor a la represalia.

  • Libertad

    LA LIBERTAD RELIGIOSA Y SU IMPORTANCIA EN LA SOCIEDAD MODERNA (I)

    La libertad religiosa es fundamental en cualquier sociedad que aspire a ser inclusiva y respetuosa de los derechos individuales. Esta libertad no solo permite a cada persona vivir y expresar su fe de forma auténtica, sino que fomenta un ambiente de respeto mutuo entre diferentes creencias y sistemas de valores. Cuando los gobiernos promueven esta libertad, están construyendo un terreno fértil para el crecimiento del capital social, es decir, la red de conexiones y confianza entre los ciudadanos, que fortalece la cohesión social y el bienestar.

    Sin embargo, la libertad religiosa no siempre es fácil de proteger. Muchos sistemas políticos han intentado imponer una religión dominante o, por el contrario, erradicar toda expresión religiosa en nombre del laicismo. Ambos enfoques son contraproducentes, pues niegan la diversidad inherente a la experiencia humana. En cambio, un gobierno que respeta y protege el pluralismo religioso, logra crear una sociedad donde los ciudadanos pueden coexistir en armonía, cada uno con sus convicciones.

  • Geopolítica

    LOGÍSTICA, CHIPS Y GUERRAS DEL MAÑANA: LECCIONES DE LA NOVELA 2034 (6 de 6)

    Las cadenas de suministro no son neutrales; son “proyectos políticos” que rediseñan la geografía de la producción y, con ella, la estrategia militar. Así lo ilustra la novela 2034, donde un F‑35 sobre el estrecho de Ormuz es hackeado mediante semiconductores fabricados en Taiwán, forzando a EE. UU. a pelear sin su ventaja tecnológica ​.

    El episodio condensa una verdad incómoda: la supremacía militar de Washington depende de chips grabados en Hsinchu y de imanes fabricados con neodimio refinado en Jiangxi. Cuando esas cadenas se tensan, no basta con aumentar aranceles; hay que replantear la logística, la “ciencia marcial” que asegura combustible, munición… y silicio.

    De ahí la ofensiva de la Casa Blanca para mapear vulnerabilidades —baterías, fármacos, semiconductores y, sí, tierras raras— y la presión sobre socios europeos y del Indo‑Pacífico para tejer redes redundantes. Al mismo tiempo, China necesita cada vez más tierras raras para sus propios planes tecnológicos y militares, lo que limita el margen real de usar el embargo como arma definitiva ​.

    La moraleja es clara: quien domine la logística de los materiales críticos dominará el campo de batalla —físico o digital— del siglo XXI. Y esa carrera, a diferencia de los megahercios o los nanómetros, se libra al ritmo lento de nuevas minas, refinerías y puertos: una década de inversiones para evitar un día de pánico.

  • Humanismo

    LA NECESIDAD HUMANA DE SER RECONOCIDO

    El reconocimiento es una de las necesidades más fundamentales del ser humano. Aunque podemos moderar nuestro deseo de felicidad, la necesidad de ser comprendidos es irrenunciable. Cuando sentimos que nadie puede hacer justicia a nuestra subjetividad, entramos en un estado de desesperación, una sensación que se asemeja al infierno.

    En la relación religiosa, sin embargo, encontramos un tipo de reconocimiento único. Dios nos conoce en nuestra singularidad, no como un objeto abstracto, sino como una persona. Esta comprensión profunda nos libera de la soledad existencial, ofreciéndonos una relación auténtica que trasciende cualquier otra experiencia humana.

  • Ética,  Religión

    LA ÉTICA Y LA RELIGIÓN: VIDAS ANTE DIOS

    Vivir éticamente y según la razón es un ideal elevado, pero la experiencia religiosa ofrece algo aún más profundo: una existencia completa ante Dios. Esta idea, presente en las tradiciones místicas, sugiere que la relación con lo divino no solo es un ejercicio de racionalidad, sino un diálogo en el que el ser humano es comprendido en su totalidad.

    Esta experiencia de ser “reconocido” por Dios en nuestra subjetividad nos da una sensación de pertenencia y significado que va más allá de lo que la ética o la filosofía pueden ofrecer. Es en esta relación donde el ser humano encuentra un reconocimiento profundo, algo que ninguna otra relación puede proporcionar de la misma manera.