• Globalización

    ¿REGRESO AL NEOMEDIEVO? RIESGO, INCERTIDUMBRE Y NUEVAS SEGURIDADES

    La Edad Media se recuerda como una época de fragmentación política y temores omnipresentes: guerra, peste, hambre. Algunos autores advierten que la globalización tecnológica podría conducirnos a un “neomedievo” donde el Estado pierde monopolios clave -la violencia y la ley- frente a cárteles, plataformas y jurisdicciones privadas.

    Los indicios son inquietantes: redes criminales transcontinentales desbordan las policías; los tribunales de arbitraje corporativo retan a los jueces nacionales; y el clima extremo multiplica desplazamientos que ningún ministerio de interior consigue encauzar. La incertidumbre se cuela así en la vida cotidiana, reinstalando ansiedades que creíamos superadas.

    Pero la analogía medieval no es destino. La ciencia biomédica, la inteligencia artificial y la cooperación multilateral ofrecen herramientas que ningún rey feudal habría imaginado. El desafío es vincularlas a un proyecto ético y político: pasar de una economía de la supervivencia -cada quien por su lado- a una arquitectura de seguridades compartidas que proteja derechos sociales, ambientales y digitales.

    En otras palabras, evitar el neomedievo depende menos de la tecnología que de la voluntad para inventar instituciones inclusivas a la altura de los riesgos globales que nosotros mismos hemos generado.

  • Globalización

    CIUDADANÍA COSMOPOLITA Y EMPATÍA GLOBAL

    La conectividad planetaria ha ampliado radicalmente el radio de nuestra empatía: una inundación en el Sudeste Asiático o un juicio climático en Europa detonan protestas y donaciones en cuestión de horas. Esa sensibilidad compartida da forma a una identidad política que trasciende el pasaporte y se pregunta por la justicia global.

    Sin embargo, la conciencia no basta. Convertir la “ciudadanía cosmopolita” en poder efectivo implica tres saltos: acceso a foros donde se debatan normas globales, mecanismos para exigir rendición de cuentas más allá de los Estados y, sobre todo, la capacidad de coordinación transnacional entre movimientos locales.

    Las plataformas digitales ofrecen la infraestructura inicial -campañas, financiamiento colectivo, observatorios ciudadanos-, pero también revelan los obstáculos: la cooptación por intereses corporativos, la fatiga militante y la brecha digital que deja fuera a millones.

    Frente a ello, la clave puede estar en construir “alianzas en capas”: redes que combinen la proximidad de las luchas locales (por el agua, el salario o la vivienda) con la escala global necesaria para modificar tratados comerciales o marcos financieros. Solo así la empatía se transforma en soberanía compartida.

  • Globalización

    LA PARADOJA DEL ESTADO MÍNIMO

    Uno de los mitos de la globalización neoliberal afirma que reducir el tamaño del Estado libera las fuerzas productivas y atrae inversión. Sin embargo, la experiencia de las últimas décadas muestra una paradoja: al recortar su músculo fiscal para “volverse ligero”, el Estado destruye justo las infraestructuras y políticas públicas que hacen atractivo su territorio para empresas y talento.

    Las carreteras, los sistemas de salud, las universidades y los tribunales confiables son bienes colectivos que elevan la productividad local; sin ellos, la promesa de salarios bajos o impuestos reducidos pierde brillo. Al mismo tiempo, la retirada del Estado debilita el tejido social que amortigua crisis: cuando estalla una pandemia o un shock financiero, los lazos comunitarios y las redes de protección se revelan tan valiosos como los incentivos fiscales.

    Así surge un dilema estratégico: los gobiernos compiten por inversiones globales aplicando austeridad, pero esa misma austeridad erosiona a largo plazo la competitividad que pretendían reforzar. El círculo vicioso concluye en deslegitimación política, precariedad laboral y fuga de capital humano.

    Romper la paradoja exige mirar la economía no como un juego de suma cero entre lo público y lo privado, sino como un ecosistema interdependiente donde las reglas, la confianza y la cohesión social son parte esencial -y rentable- de la infraestructura productiva.

  • Globalización

    DEL ESTADO SOBERANO A LA GOBERNANZA EN RED: ¿QUIÉN MANDA EN LA ERA GLOBAL?

    Durante siglos el Estado-nación fue la pieza central del tablero político: una autoridad concentrada, dueña de las fronteras y árbitro casi exclusivo de los asuntos públicos. Hoy, sin embargo, sus viejos muros se han vuelto porosos. Las cadenas de suministro, las plataformas digitales y los mercados financieros circulan por rutas que atraviesan la jurisdicción estatal como si fuera aire, de modo que las decisiones que importan se toman en foros multinivel donde participan gobiernos, empresas y ONG.

    Este tránsito de un “gobierno” jerárquico a una “gobernanza” en red exige al Estado más coordinación que imposición. La lógica es pragmática: en lugar de dictar la agenda, debe tejer alianzas público-privadas y articular normas con organismos transnacionales si quiere conservar influencia.

    Paradójicamente, esa apertura implica redefinir la soberanía, no sacrificarla. Cuando un país negocia estándares ambientales comunes, cede margen de maniobra inmediato, pero gana capacidad para afrontar riesgos planetarios que sobrepasan sus capacidades domésticas. Así, la autoridad se distribuye sin desaparecer: se traslada a mesas donde los actores estatales comparten silla con bancos centrales, organismos de la ONU y movimientos sociales.

    El resultado es un mapa de poder superpuesto, a veces confuso, donde la legitimidad depende menos de la bandera y más de la eficacia para gestionar problemas sistémicos -climáticos, sanitarios o financieros- que ningún actor puede resolver solo.

  • Globalización

    MILITARIZACIÓN Y DIGITALIZACIÓN: LOS NUEVOS ROSTROS DE LA GLOBALIZACIÓN (4)

    Curiosamente, mientras las dimensiones económica y blanda de la globalización se contraen, la presencia militar global ha crecido. Los presupuestos de defensa, particularmente en países de la OTAN, han aumentado un 7,6% en 2020, reflejando un posible retorno de la «globalización militar» como herramienta estratégica en tiempos de incertidumbre. Este fenómeno rompe con la tendencia de las últimas décadas, donde las relaciones militares habían perdido peso frente a lo económico y lo cultural.

    Por otro lado, la digitalización emerge como uno de los pocos ganadores de la pandemia. Si bien la globalización cultural y educativa sufre retrocesos en sus formas tradicionales, el auge del consumo digital y la tecnología ha compensado, en parte, estas pérdidas. Plataformas como Spotify, los servicios de streaming y los videojuegos han experimentado un crecimiento notable, mientras que sectores como la investigación científica se adaptan rápidamente a la virtualización.

    En resumen, la crisis del COVID-19 no ha supuesto un «fin de la globalización», sino una reconfiguración de sus dinámicas. La presencia militar y la digitalización podrían marcar el nuevo rostro de un mundo interconectado, mientras los intercambios económicos y humanos luchan por recuperarse de la mayor crisis global en décadas.

    (datos estadísticos proporcionados por el Real Instituto Elcano)

  • Globalización

    LA DIMENSIÓN «BLANDA» DE LA GLOBALIZACIÓN: UN GOLPE A LAS PERSONAS (3)

    Mientras la globalización económica se contrae, la llamada globalización «blanda» sufre un impacto aún más severo debido a las restricciones en la movilidad internacional de personas. El turismo, una de las principales fuentes de intercambio global, experimentará una caída histórica del 78% en 2020, según datos de la OMT. A esto se suma un desplome del 46% en los flujos migratorios y una reducción del 23,5% en el número de estudiantes internacionales.

    Los eventos deportivos, otro motor de la globalización cultural, registraron una caída del 64,7% en 2020, con la cancelación de competiciones de alto impacto como los Juegos Olímpicos. Incluso la educación superior, históricamente vinculada a la movilidad académica, ha visto cómo las restricciones han obligado a miles de estudiantes a posponer o cancelar sus estudios en el extranjero.

    Este golpe a la globalización «blanda» no tiene precedentes recientes. Mientras que la crisis de 2008 dejó intacto este ámbito, la pandemia ha evidenciado su vulnerabilidad, mostrando cómo la interacción humana es la primera víctima de un mundo marcado por las fronteras cerradas.

    (datos estadísticos proporcionados por el Real Instituto Elcano)

  • Globalización

    EL IMPACTO ECONÓMICO DE LA PANDEMIA: ¿HACIA UNA DESGLOBALIZACIÓN? (2)

    La llegada del COVID-19 provocó un shock sin precedentes en la economía mundial, afectando drásticamente al comercio y la inversión global. Según estimaciones de la OMC y la UNCTAD, el comercio internacional podría contraerse entre un 7% y un 9% en 2020, con un impacto particularmente fuerte en sectores como la energía, que registraría una caída del 25%. A esto se suma un desplome del 23% en el comercio de servicios, impulsado por la paralización del turismo y el transporte internacional.

    El flujo de inversiones extranjeras directas también ha sufrido un golpe considerable. La UNCTAD estima una caída del 40% en los flujos de inversión en 2020, lo que equivale a una contracción del 11,7% en el stock de inversiones globales. Estos números superan con creces el impacto registrado durante la crisis de 2008 y dibujan un escenario de «desglobalización económica» de difícil recuperación a corto plazo.

    La pandemia no solo ha agudizado las debilidades del sistema económico global, sino que ha puesto en evidencia la necesidad de diversificar las cadenas de valor y adaptarse a una realidad donde el comercio digital gana protagonismo frente a los intercambios tradicionales.

    (datos estadísticos proporcionados por el Real Instituto Elcano)

  • Globalización

    LA GLOBALIZACIÓN ANTES DEL COVID-19: UN FRENO SILENCIOSO (1)

    Esta semana dedicaremos cuatro entradas a hablar de globalización, y en concreto en aspectos relacionados con la pandemia del año 2020.

    Antes de la pandemia, la globalización ya mostraba signos de ralentización. Según el Índice Elcano de Presencia Global, entre 1990 y 2019 la globalización atravesó distintas etapas: desde un período de crecimiento económico intenso hasta una fase post-crisis de 2008 marcada por un estancamiento moderado. En esta última etapa, la globalización «blanda», es decir, el intercambio cultural, educativo y tecnológico, asumió el protagonismo frente a la económica y la militar.

    Sin embargo, el auge de nuevas políticas proteccionistas, como las impulsadas por la primera administración Trump, impactó en las inversiones internacionales, provocando incluso un descenso del -2,6% en la presencia global agregada en el último año registrado. Así, el mundo entró en una fase de globalización más lenta y heterogénea, donde lo «blando» ganaba peso y la economía se desaceleraba.

    Esta fotografía del período pre-pandémico sugiere que la globalización no se revirtió, pero sí cambió. Las bases económicas se estancaron, mientras que el auge de lo digital y lo cultural comenzaba a marcar un rumbo hacia nuevas formas de interacción global.

  • Ética,  Globalización

    ¿ES POSIBLE UNA GLOBALIZACIÓN ÉTICA?

    La idea de una «globalización ética» es ambiciosa: implica promover estándares comunes en derechos humanos, medio ambiente y comercio. Sin embargo, la diversidad cultural y los conflictos de intereses dificultan lograr un consenso global. Occidente, por ejemplo, ha hecho un compromiso significativo con el medio ambiente, pero este esfuerzo queda neutralizado cuando potencias como China o India operan bajo normas menos estrictas.

    Una globalización ética requeriría que todos los actores clave asuman responsabilidades compartidas, especialmente en temas ambientales y de derechos laborales. Solo así podría evitarse que el modelo actual siga contribuyendo a la explotación de recursos y al desequilibrio económico. ¿Es utópico pensar en un comercio mundial donde los valores compartidos prevalezcan sobre los intereses individuales?

  • Globalización,  Totalitarismo

    GLOBALIZACIÓN Y DEPENDENCIA: LA FRAGILIDAD DE OCCIDENTE

    La globalización ha llevado a Occidente a una dependencia crítica de productos manufacturados en Asia, especialmente en sectores clave como el de la tecnología y la alimentación. Las empresas asiáticas, con el respaldo de potencias como China, han asegurado sus fuentes de materias primas mediante la adquisición de recursos en África, logrando precios competitivos a costa de prácticas que ignoran consideraciones medioambientales y de derechos laborales. Esta realidad resalta el rol cambiante de los Estados, que ahora parecen priorizar intereses económicos de grandes corporaciones por encima del bien común.

    Esta «econotiranía» sitúa al mercado como el principal motor de la política global, lo que amenaza con socavar los principios democráticos y éticos en los que se basa la sociedad occidental. La pregunta que surge es si es posible equilibrar esta dependencia global con un compromiso real por la justicia social y ambiental, o si, al final, el alto costo de vida y consumo occidentales requerirán un cambio de modelo para ser sostenibles.

  • Redes Sociales

    LA POLARIZACIÓN Y EL PAPEL DE LAS REDES SOCIALES EN LA ERA GLOBAL

    Las redes sociales, herramientas poderosas de la globalización, han catalizado una polarización sin precedentes en todo el mundo. Ya no se limitan a segmentar audiencias para campañas publicitarias, sino que se usan para crear controversias y debates ficticios, manipulando la percepción pública desde un espacio virtual. Esto plantea un desafío ético y social: si la interacción y el debate se tornan ficticios, la democracia corre el riesgo de perder contacto con la realidad.

    Esta creciente brecha entre la interacción digital y la experiencia humana auténtica es, en parte, responsable de la desinformación y la manipulación generalizada. En una sociedad donde la globalización tecnológica ya es inevitable, es urgente replantear los usos éticos de estas herramientas, de manera que sirvan para fortalecer, y no debilitar, el tejido social.