• Educación

    EL DOCENTE COMO APRENDIZ: METACOGNICIÓN EN LA ENSEÑANZA

    La metacognición no es solo para estudiantes. El profesorado también se beneficia al reflexionar sobre su práctica: cuestionar supuestos, evaluar la eficacia de cada sesión, identificar qué motiva o frena el aprendizaje y planear mejoras. Dos docentes con idéntica experiencia pueden obtener resultados muy distintos según su capacidad para “pensar sobre cómo enseñan”.

    Ser metacognitivo como docente implica preguntarse qué evidencias confirman nuestras decisiones, cómo evoluciona nuestra comprensión de la materia y de la didáctica, y qué ajustes conviene aplicar. Este enfoque convierte cada curso en un laboratorio de mejora continua, alimentando la creatividad pedagógica.

    Cuando los docentes comparten con su alumnado estas reflexiones, generan un doble impacto: mejoran su propia enseñanza y transmiten un modelo de pensamiento crítico que los estudiantes pueden imitar en su propio aprendizaje.

  • Educación

    CREAR UNA CULTURA DE AULA QUE FOMENTE LA REFLEXIÓN

    Más allá de actividades puntuales, la metacognición florece cuando se integra en el ambiente cotidiano del aula. Dar permiso explícito para expresar confusión, valorar las preguntas tanto como las respuestas correctas y añadir breves reflexiones a las tareas cambia la dinámica: el objetivo deja de ser solo acertar y pasa a ser comprender cómo se piensa.

    El profesorado juega un papel decisivo. Al modelar su propio proceso mental —por ejemplo, mostrando en voz alta cómo resuelve un problema o cómo revisa un error— demuestra que el pensamiento científico es un camino de ensayo y ajuste. Así, los estudiantes no solo aprenden contenidos, sino el arte de pensar como profesionales de su disciplina.

    Estas prácticas, sencillas pero constantes, transmiten un mensaje poderoso: la reflexión no es un añadido opcional, sino parte esencial de aprender. En ese entorno, equivocarse deja de ser un estigma y se convierte en una oportunidad consciente de crecimiento.

  • Educación

    ESTRATEGIAS PRÁCTICAS PARA CULTIVAR LA METACOGNICIÓN

    Incorporar la metacognición en la enseñanza no requiere grandes cambios de programa, sino introducir preguntas y dinámicas que despierten la reflexión. Por ejemplo, los pre-assessments (pequeñas evaluaciones iniciales) ayudan a que cada estudiante reconozca lo que ya sabe y planifique su aprendizaje. Otras técnicas como el Muddiest Point invitan a identificar las partes más confusas de una clase, transformando la duda en motor de estudio.

    Igualmente valiosas son las retrospective postassessments, donde se pide comparar la idea inicial sobre un tema con la comprensión alcanzada, y los diarios de reflexión, que permiten evaluar qué funcionó en la preparación de un examen y qué cambiar para la próxima vez. Estas herramientas crean un ciclo de planificación, seguimiento y ajuste que entrena la mente para aprender con conciencia.

    El secreto está en normalizar estas prácticas como parte de la cultura del curso, no como un añadido ocasional. Cuanto más natural resulte para el alumnado identificar lo que no entiende, más sólida será su capacidad de pensar de forma crítica y autónoma.

  • Educación

    APRENDER A APRENDER: EL PAPEL CLAVE DE LA METACOGNICIÓN

    Muchos estudiantes llegan a la universidad con buenos hábitos de asistencia y estudio, pero sin una verdadera conciencia de cómo aprenden. La diferencia no radica en el esfuerzo, sino en la capacidad de reflexionar sobre lo que se comprende, detectar dudas y planificar estrategias de mejora. Esta capacidad, conocida como metacognición, es la que permite “aprender a aprender”: supervisar la propia comprensión, identificar confusiones y decidir cómo resolverlas.

    Lejos de ser una habilidad espontánea, la metacognición requiere guía y práctica. No basta con acumular horas de estudio ni con volver a leer los textos; lo decisivo es cuestionarse: ¿qué entiendo de verdad?, ¿qué me resulta confuso?, ¿qué estrategia puedo cambiar? Quienes integran estos hábitos piensan de forma más flexible y profunda, y su aprendizaje es más duradero.

    Promover la metacognición no es una tarea secundaria: es formar a los estudiantes para que sean aprendices autónomos de por vida. En un mundo donde la información se renueva constantemente, esta competencia es tan esencial como el propio contenido de las asignaturas.

  • General

    PUBLICACIONES

    Esta mañana intenté entrar en mi página de autor en Amazon Kindle y descubrí que mi cuenta había sido cancelada por infracción de las reglas del editor.

    He puesto una reclamación y espero que se resuelva en breve. De no ser así, buscaré otro sistema para publicar mis libros; pero francamente no me esperaba poder ser objeto de la política de cancelación. Puede ser un error, o realmente el pensamiento crítico resulta ser muy peligroso…

  • Geopolítica

    UNESCO: PODER BLANDO Y SOBERANÍA CULTURAL

    La UNESCO se presenta como un árbitro técnico de consensos globales en educación, ciencia y cultura, pero opera cada vez más como un vector de ingeniería social. Bajo una fachada de neutralidad multilateral, ha ido consolidando una maquinaria de estandarización que fija “mejores prácticas” y “estándares” con efectos directos sobre currículos, métodos y políticas culturales nacionales. El resultado es una asimetría: decisiones con impacto profundo en identidades y sistemas educativos se toman en foros lejanos a la deliberación ciudadana.

    En la gobernanza, el verdadero centro de gravedad no es la retórica participativa de la Conferencia General, sino un Consejo Ejecutivo profesionalizado y alineado con agendas dominantes. A ello se suma una financiación dual: cuotas obligatorias modestas y un volumen creciente de aportes voluntarios —públicos y privados— dirigidos a programas concretos. Quién financia puede orientar prioridades y tempos, desplazando el control de los Estados hacia donantes con intereses propios, sin el escrutinio democrático que exigiría una política pública nacional.

    El condicionamiento se ejecuta por la vía “técnica”: asistencia para el planeamiento educativo, redes de comisiones nacionales, oficinas de terreno y centros especializados que difunden marcos conceptuales y herramientas de gestión. Estas estructuras forman élites y administraciones con una visión convergente sobre “calidad” y “eficiencia”, fabricando consensos que legitiman la privatización, la mercantilización y la homogeneización pedagógica como si fueran soluciones neutras y universales.

    El saldo geopolítico es nítido: erosión de la diversidad cultural y educativa real, debilitamiento de la autonomía curricular y fiscal de los Estados, y refuerzo de un paradigma occidentalizado presentado como universal. Si se busca reequilibrio, harían falta tres anclajes: trazabilidad total de financiamiento y conflictos de interés; participación vinculante de comunidades educativas locales en el diseño de programas; y evaluación independiente del impacto cultural, no solo del desempeño administrativo. Sin estos contrapesos, la UNESCO seguirá operando como un sofisticado instrumento de poder blando más que como garante de la pluralidad cultural.

  • PensamientoCritico

    LAS CUALIDADES DE UN PENSADOR INDEPENDIENTE (4)

    Persistencia, creencia, autoestima independiente, confianza, determinación y conciencia creativa son solo algunas de las cualidades que un pensador independiente «traerá a la mesa». Estas cualidades, y otras, le permitirán ser más innovador en su pensamiento y lo ayudarán a crear las mejores oportunidades para demostrar el pensamiento independiente de una manera positiva.

    Trabajar para desarrollar estas cualidades también inspirará a una persona a explorar su forma de pensar y a levantar las restricciones y limitaciones que ha establecido su patrón de pensamiento actual. Al desarrollar cualidades personales, el pensamiento independiente comenzará a fluir más libremente.

  • PensamientoCritico

    LAS CARACTERÍSTICAS DE UN PENSADOR INDEPENDIENTE (3)

    Hay muchos factores que fomentan el pensamiento independiente. Sin embargo, la alta autoestima es la característica más distintiva de cualquier pensador creativo y, muchas veces, es lo que impulsa el pensamiento individual, el rendimiento y el éxito. El sentimiento que cada individuo tiene sobre sí mismo puede ser tanto limitante como inspirador, por lo que es esencial que exista un buen nivel de autoconciencia. Sin autoaceptación, el progreso personal se ralentiza considerablemente. Entonces, para alentar una autoexpresión positiva, se debe lograr una mejor conciencia.

    La autoconfianza también se puede generar externamente, a través de los pensamientos y comentarios de otras personas. Si bien esto funciona de maravilla para aumentar la confianza en la capacidad, no debe usarse para reemplazar la autoestima que se genera personalmente a través de la creencia en sus propias habilidades. Por lo tanto, todos los pensadores independientes exitosos tienen una comprensión clara de la autoestima.

  • PensamientoCritico

    CÓMO DESARROLLAR LA INDEPENDENCIA DE PENSAMIENTO (2)

    El pensamiento independiente solo puede desarrollarse como resultado de explorar la estructura que se ha establecido para expandir la libertad de pensamiento. Para convertirse en un pensador innovador, por ejemplo, una persona tendrá que ejercer la creatividad a través del pensamiento y el hacer. Explorar empresas y oportunidades también conducirá a la necesidad de desarrollar un pensamiento independiente, y esto fomentará el crecimiento de la autoestima positiva.

    Comprender la importancia del pensamiento independiente es esencial. Sin el conocimiento de cómo y por qué, un individuo será incapaz de desarrollar sus propias habilidades únicas de la manera que mejor funcione para ellos. Aceptar las limitaciones personales también permitirá comprender e investigar formas constructivas de desarrollar habilidades y conocimientos. Por lo tanto, el pensamiento independiente y crítico solo puede lograrse desarrollando un enfoque personal para ser más consciente de sí mismo.

  • PensamientoCritico

    LOS BENEFICIOS DE PENSAR INDEPENDIENTEMENTE (1)

    El pensamiento independiente es una herramienta que se puede utilizar para mejorar la expresión personal y la capacidad creativa, y es una habilidad adicional valiosa para adquirir.

    Las mentes intelectualmente activas abren puertas a la oportunidad. Si tu pensamiento está en una longitud de onda lógica o creativa, ser un pensador independiente te permitirá aumentar el rendimiento, la productividad, la eficiencia y alcanzar un mayor nivel de autoconciencia.

    Ser capaz de pensar de forma independiente abre una gran cantidad de conocimiento potencial. Te permite ser más exigente con las cosas que escuchas, ves y crees, y te ayuda a cuestionar valores y suposiciones. El pensamiento independiente también perfecciona tus habilidades personales en muchos otros niveles, incluida la construcción de confianza en tu capacidad para defender tus creencias.

  • Política

    UNA BRÚJULA MORAL Y ANALÍTICA (VI)

    Conocer las distinciones entre las diferentes realidades de las que hemos hablado es algo más que un ejercicio académico: es equiparse con una brújula moral. Si todo abuso se etiqueta «dictadura», el término se vacía y, el día que una dictadura se planta de verdad, el lenguaje no alcanza para nombrarla. Si llamamos populismo a cualquier discurso popular, satanizamos una energía social que, bien encauzada, puede revitalizar la democracia. El reto consiste en identificar los umbrales: ¿cuándo la apelación al pueblo se convierte en negación de la pluralidad? ¿En qué momento una emergencia justifica la suspensión del debido proceso? ¿Cómo distinguir la censura puntual de un artículo de la ingeniería sistemática del silencio? Recordar los rasgos diferenciales de cada fenómeno nos ayuda a responder sin caer en relativismos.

    En mi libro dedicado a este tema examino cómo el totalitarismo 3.0 explota grietas que, en buena medida, abrieron el autoritarismo, la dictadura o el populismo mal canalizado. Pero antes necesitábamos poner nombre a cada forma de dominio. Porque, como advertía Arendt, cuando el lenguaje se degrada, el pensamiento se adormece y el poder se desliza más cómodo hacia su meta favorita: la sumisión sin resistencia.

  • Geopolítica

    OMS: PODER SANITARIO SIN CONTRAPESOS

    La OMS funciona con una asimetría de origen: menos de una quinta parte de su presupuesto proviene de cuotas obligatorias controladas por los Estados; el resto son aportes “voluntarios” de gobiernos, fundaciones y alianzas público-privadas. Esa arquitectura invierte la lógica democrática: quien financia de forma discrecional orienta prioridades, ritmos y temas, y puede retirar fondos si la agenda no encaja con sus intereses. En la práctica, grandes donantes privados y partenariados del ecosistema farmacéutico han ganado un peso que supera al de la mayoría de países miembro.

    Ese poder se traduce en capacidad de condicionar políticas nacionales bajo el ropaje de recomendaciones “técnicas”. La pandemia amplificó el fenómeno: medidas de confinamiento, mascarillas, distancias y calendarios vacunales se implementaron como mandatos incuestionables. Ahora, el “Acuerdo sobre Pandemias” consolida marcos vinculantes y una coordinación con FMI y Banco Mundial que puede activar condicionalidad financiera: salud pública convertida en palanca de gobernanza global. Paralelamente, la creación de mecanismos como GAVI, Fondo Mundial, CEPI o COVAX —con fuerte impronta de la industria— permite operar fuera del control directo de la OMS, pero con su sello de legitimidad.

    El resultado geopolítico ha sido especialmente duro para el Sur global: economías informales devastadas por cierres prolongados, dependencia de compras centralizadas y barreras de propiedad intelectual que frenaron la producción local. La narrativa “única” sobre estrategias y orígenes, sumada a la descalificación de debates científicos legítimos, estrechó el pluralismo crítico necesario en una crisis de alta incertidumbre. A esto se añaden tensiones de la propia descentralización (como en la OPS), donde agendas regionales y presiones de financiadores erosionan la coherencia global.

    Si la OMS aspira a recuperar legitimidad, necesita reequilibrar su gobierno: elevar el peso de las cuotas no condicionadas, publicar contratos y beneficiarios finales en tiempo real, levantar cortafuegos entre donación privada y fijación de agenda, garantizar auditorías de impacto independientes con datos abiertos y proteger el disenso científico como bien público. Sin esos contrapesos, la salud global seguirá orbitando alrededor de chequeras y no de parlamentos.

  • Política

    TOTALITARISMO: EL MONOPOLIO DEL SENTIDO (V)

    Si la dictadura aspira a mandar, el totalitarismo desea moldear la realidad interna de sus ciudadanos. No le basta el gesto externo de obediencia; quiere que la obediencia sea sentida como deber íntimo. El totalitarismo clásico (el de Hitler o Stalin) se apoyaba en tres pilares: una ideología que pretendía explicar el pasado y el futuro, un partido único que vigilaba a la sociedad y un aparato de terror que castigaba cualquier disonancia. Pero la versión contemporánea ha encontrado un camino más sutil: en la era digital, coloniza la atención y la emoción a través de plataformas de entretenimiento y de datos. No quema libros; entierra su relevancia bajo avalanchas de distracción personalizada.

    La gran diferencia práctica con la dictadura es la pretensión expansiva: la vida privada no debe existir, todo rincón de la experiencia quedará sometido al relato oficial o, en su formato 3.0, al relato “a medida” que refuerza la deferencia hacia el emisor real (Estado, corporación o ambos en simbiosis). El enemigo ya no es solo otro país o una facción interna; es, sobre todo, la incertidumbre cognitiva que surge de contrastar puntos de vista. De ahí la obsesión por algoritmos que filtran la información y ofrecen a cada individuo un universo convergente con su perfil psicológico —la versión digital del panóptico.

    Las categorías de las que hemos hablado no viven en compartimentos estancos; se persiguen y se solapan. Un régimen inicialmente populista puede inclinarse al autoritarismo cuando necesita blindarse frente a la crítica institucional; un autoritarismo que pierda la partida económica puede atrincherarse en la dictadura; una dictadura, al querer garantizar la lealtad de las generaciones futuras, puede inocular la ideología totalitaria. A la inversa, también existen derivas contrarias: dictaduras que se abren, autoritarismos que se moderan o populismos que se integran. Pero la dirección hacia el endurecimiento suele avanzar por la pendiente más rápida, porque la concentración de poder genera sus propios incentivos autorreferenciales.

  • Política

    POPULISMO: LA PULSIÓN PLEBEYA QUE VACÍA INTERMEDIARIOS (IV)

    No confundamos: el populismo no es un régimen sino una gramática política. Su gramática parte de un postulado sentimental: existe un «pueblo auténtico» cuya voluntad ha sido secuestrada por una «élite corrupta». El líder populista se presenta como traductor directo de esa voz colectiva y, al hacerlo, cuestiona toda institución intermedia —partidos tradicionales, parlamento, prensa— que reclame la función de representar o fiscalizar. El populismo no se define por su ideología (puede ser de izquierdas o de derechas) sino por el estilo. Ese estilo privilegia la cercanía emocional, la narración simplificada, el plebiscito permanente. Cualquier disidencia interna se describe como traición al pueblo; la complejidad se ridiculiza como excusa de tecnócratas.

    En democracia el populismo puede actuar como termómetro que alerta sobre déficits de representación. Pero si el termómetro toma el poder y anula los contrapesos, la temperatura sube sin control. La concentración carismática de la toma de decisiones, sumada al desprestigio de los contrapoderes, empuja a la deriva autoritaria. A menudo ese viaje se acelera cuando el líder adopta la lógica del estado de excepción y justifica la erosión de garantías con la batalla contra la oligarquía traidora. Los casos latinoamericanos del cambio de siglo ofrecen abundante material de estudio; también varias democracias centroeuropeas hallarán ecos familiares.

  • Política

    DICTADURA: LA EXCEPCIÓN QUE SE NORMALIZA (III)

    A diferencia del autoritarismo —que todavía necesita el lenguaje de la ley— la dictadura gobierna apoyada en la fuerza desnuda. Históricamente se presenta como una respuesta extraordinaria a la emergencia, pero pronto convierte la excepción en rutina. El dictador —una persona, un comité o una junta militar— concentra los tres poderes clásicos y coloca la violencia estatal como intermediaria cotidiano entre la ciudadanía y el Estado. La legalidad pasa de ser garantía a instrumento y se redacta a conveniencia del mando supremo.

    La dictadura no necesita artilugios persuasivos sofisticados: le basta con controlar los cuarteles y las frecuencias de radio. Allí donde el autoritarismo restringe, la dictadura prohíbe; donde aquél rediseña titulares, ésta clausura redacciones. Sin embargo, su mismo éxito engendra fragilidad. Al carecer de válvulas de renovación, la pirámide cerrada se corroe desde dentro: rivales que huelen la decrepitud del líder; oficiales que imaginan un golpe preventivo; burócratas que temen un ajuste de cuentas si el régimen colapsa mañana. Así, muchas dictaduras caen por implosión o mutan, al verse sin oxígeno, hacia un autoritarismo que intente recuperar legitimidad a través de elecciones controladas.

  • Política

    AUTORITARISMO: EL CUSTODIO DEL ORDEN QUE TEME AL VACÍO (II)

    El autoritarismo nace, casi siempre, de una premisa defensiva: algo amenaza la estabilidad —una crisis económica, una guerra, una fractura social— y un bloque de poder propone reducir la competencia política para “salvar” la unidad del Estado. Su relato de legitimidad no es épico sino pragmático: prometen seguridad, crecimiento y reglas claras a cambio de podar la exuberancia democrática. Por eso el autoritarismo suele conservar las fachadas de la institucionalidad —parlamento, tribunales, prensa privada—: le resultan útiles como escenografía que mitiga la alarma interna y proyecta cierta normalidad al exterior.

    La represión autoritaria es selectiva. No persigue disciplinar almas ni uniformar conciencias; le basta con desactivar a quienes cuestionen su monopolio decisorio. Estrangula el pluralismo mediante leyes de excepción permanentes, regula los medios con licencias administradas desde el Ejecutivo y confía en censores que cortan, aquí y allá, los brotes considerados peligrosos. Mientras funciona la maquinaria económica y la calle no hierve de descontento, una parte de la sociedad acepta el acuerdo tácito: menos voz a cambio de menos incertidumbre. Pero la legitimidad pragmática caduca cuando las promesas fallan. Entonces el régimen puede experimentar dos tentaciones: abrirse (para cooptar nuevas élites y ensanchar la base de apoyo) o endurecerse, despojándose del último barniz institucional hasta devenir dictadura.

  • Política

    BARRER EL MAPA: AUTORITARISMO, DICTADURA, POPULISMO Y TOTALITARISMO (I)

    Hay palabras que funcionan como advertencias y, sin embargo, con el uso cotidiano se desgastan hasta volverse casi inofensivas. «Autoritario» acaba significando apenas “mandón”; «populista» es el epíteto fácil contra todo rival; «dictadura» se lanza como insulto a la menor restricción sanitaria, y «totalitarismo» parece un fósil reservado a historiadores de mediados del siglo XX. El riesgo de esa saturación verbal es doble: perdemos la precisión analítica y, al mismo tiempo, se embotan los reflejos morales que deberían activarse cuando uno de esos fenómenos asoma. Por eso dedico este capítulo a repasar, de manera narrativa y no enciclopédica, los contornos de cada término, sus zonas de solapamiento y las sendas que conducen de uno a otro.

    Imaginemos un eje que va desde el control limitado al monopolio absoluto del poder. En el extremo más cercano al pluralismo se encuentran los sistemas autoritarios; en el opuesto, los totalitarios. Entre ambos median dictaduras de distinto signo y, como transversal, un estilo político —el populista— que puede injertarse en casi cualquier punto del eje para acelerarlo hacia las formas más duras de dominio. El cuadro conceptual no es un catálogo de especies puras, sino una gradación de tonalidades donde la mezcla es la norma y las transiciones ocurren con frecuencia. El lector hará bien en mantener la imagen de un termómetro: el mercurio nunca se queda definitivamente quieto.

  • Geopolítica

    EL PODER ASIMÉTRICO DE LA ONU

    Nacida como foro de cooperación intergubernamental, la ONU ha cristalizado una arquitectura de poder profundamente asimétrica. El corazón real está en el Consejo de Seguridad y, dentro de él, en los cinco miembros permanentes con derecho de veto, que institucionalizan el reparto de poder de 1945. La Asamblea General opera como legitimación simbólica: “un país, un voto” sin capacidad efectiva cuando el veto entra en juego.

    La financiación acentúa esa asimetría. Mientras el presupuesto ordinario requiere mayorías formales, la mayor parte del sistema se mueve con contribuciones voluntarias dirigidas a programas y agencias, alineando prioridades con los grandes donantes más que con decisiones colectivas. Así, quien paga orienta la agenda, incluso si pierde voto en la Asamblea por impagos: la influencia puede mantenerse por la vía de los fondos condicionados.

    El poder material se ejerce mediante sanciones, autorizaciones de uso de la fuerza, misiones de paz y un vasto ecosistema de agencias y fondos. Las sanciones actúan como guerra económica con efectos sociales profundos; la “responsabilidad de proteger” ha servido para legitimar intervenciones controvertidas; las operaciones de paz pueden cronificarse y modular soberanías; y la Secretaría —filtrada por el veto de los P5— maneja una burocracia transnacional sin control electoral directo.

    En paralelo, emergen polos alternativos (BRICS, OCS) que disputan el monopolio occidental de la gobernanza global, mientras las reformas propuestas en la ONU tienden a ser cosméticas si preservan el veto. El debate estratégico del siglo XXI pasa por aquí: limitar el poder de bloqueo, descondicionar la financiación, exigir trazabilidad y evaluación independiente, y devolver a los Estados —y a sus ciudadanos— la capacidad de control sobre decisiones que hoy se toman en un “sistema” que opera con legitimidad difusa.

    Etiquetas: geopolítica, ONU, Consejo de Seguridad, derecho de veto, gobernanza global, sanciones, financiación voluntaria, agencias de la ONU, soberanía, misiones de paz, BRICS, reforma institucional

  • Geopolítica

    GESTIÓN ALGORÍTMICA EN EL MERCADO LABORAL (V)

    Las plataformas digitales laborales, como Uber, Deliveroo o Amazon Mechanical Turk, usan algoritmos para asignar tareas, evaluar desempeño y controlar remotamente a trabajadores. Estas tecnologías permiten una flexibilización extrema del mercado laboral, pero simultáneamente reproducen relaciones asimétricas de poder en las que los trabajadores están permanentemente monitorizados y sometidos a evaluación cuantitativa opaca.

    Un análisis crítico evidencia que estos sistemas transforman la concepción del trabajo y la autonomía laboral, sustituyendo contratos sociales por relaciones algorítmicas que precarizan el empleo y diluyen responsabilidades patronales concretas. La racionalidad instrumental que impulsa la gobernanza algorítmica deshumaniza el ejercicio laboral y genera nuevas formas de explotación.

    Todos los ejemplos concretos que he propuesto a lo largo de estos días muestran cómo la gobernanza algorítmica constituye un espacio donde la teoría crítica sigue manifestándose vigorosamente a nivel planetario, poniendo en evidencia desafíos claves para la libertad, la justicia y la dignidad humana y, al mismo tiempo, revelan la urgencia de reflexiones críticas fundamentadas que contribuyan a diseñar políticas y tecnologías que respeten plenamente los derechos y valores humanos.

  • Globalización

    SISTEMAS DE CRÉDITO SOCIAL Y VIGILANCIA MASIVA (IV)

    Modelos de crédito social, como el desarrollado en China, ilustra de manera extrema la gobernanza algorítmica aplicada a la vigilancia y el control social. A través de la recopilación masiva de datos sobre comportamientos individuales -financieros, sociales, legales- se asignan puntuaciones que influyen en el acceso a servicios, movilidad y oportunidades de vida.

    Este sistema establece una forma totalitaria de control suave que penetra cada ámbito de la vida cotidiana y normaliza la conformidad a normas de comportamiento aceptadas. La evaluación automática basada en algoritmos multiplica las sanciones y recompensas, en un entramado que mina la privacidad y reduce la libertad a la sumisión a una lógica computacional distante.

    Desde una óptica crítica, esto ejemplifica la biopolítica más avanzada, donde la tecnología no solo informa decisiones sino que condiciona subjetividades y relaciones sociales, ampliando los mecanismos de opresión de manera disciplinaria pero difusa.

  • Globalización,  Manipulacion

    EVALUACIÓN Y SELECCIÓN EN RECURSOS SANITARIOS (III)

    Durante la pandemia de COVID-19, se implementaron algoritmos para priorizar la asignación de recursos médicos escasos, como ventiladores o camas de UCI. Estas decisiones automatizadas buscaban optimizar la eficiencia y justicia distributiva pero enfrentaron críticas por criterios opacos y la posibilidad de sesgos que desfavorecieran determinados grupos por edad, discapacidad u otros factores.

    Asimismo, en la salud pública y clínica, los algoritmos usados en diagnósticos o recomendaciones médicas han mostrado sesgos importantes cuando los datos de entrenamiento no reflejan adecuadamente la diversidad poblacional, lo que puede conducir a diagnósticos erróneos o inequidades en tratamientos.

    En estos casos, la teoría crítica ayuda a revelar cómo la dependencia excesiva en tecnologías algorítmicas puede invisibilizar valores éticos fundamentales y profundizar brechas sociales bajo la cobertura de “neutralidad” técnica, exigiendo la participación activa y crítica de la sociedad en la evaluación y regulación de estas tecnologías.

  • Globalización,  Manipulacion

    ALGORITMOS EN JUSTICIA PENAL (II)

    Un ejemplo crucial de gobernanza algorítmica es el empleo de sistemas algorítmicos para la evaluación del riesgo en decisiones judiciales y penitenciarias. Instrumentos como COMPAS (Correctional Offender Management Profiling for Alternative Sanctions) se usan en varios estados de Estados Unidos para predecir la probabilidad de reincidencia de un acusado y decidir sobre libertad condicional o sentencia.

    Estos sistemas, desarrollados a partir de datos históricos y algoritmos opacos, han sido criticados por reproducir y amplificar sesgos raciales y socioeconómicos existentes en el sistema de justicia. Por ejemplo, los algoritmos tienden a asignar mayor riesgo a personas de minorías étnicas, lo que conduce a decisiones judiciales discriminatorias aunque no haya intención explícita.

    El análisis crítico destaca aquí cómo la adopción de tecnologías aparentemente objetivas oculta procesos de exclusión estructural y opresión institucionalizada. El legitimar la gobernanza algorítmica a través de la científica neutralidad supuesta, refuerza relaciones desiguales de poder y dificulta la rendición de cuentas.

  • Globalización,  Manipulacion

    SEGMENTACIÓN Y CONTROL EN REDES SOCIALES (I)

    Uno de los ejemplos paradigmáticos de gobernanza algorítmica son los algoritmos que regulan la visibilidad y circulación de contenidos en plataformas como Facebook, Twitter, Instagram o TikTok. Estos algoritmos priorizan contenidos que generan mayor interacción—comúnmente contenidos emocionales, polarizadores o sensacionalistas—para maximizar el tiempo de permanencia y la publicidad.

    Esta priorización, a partir de un diseño tecnológico aparentemente neutral, configura en la práctica burbujas de filtro que segmentan a los usuarios en comunidades herméticas, reforzando sesgos y poniendo en tensión el espacio público democrático. Los contenidos que desafían las creencias dominantes o las corrientes activistas hegemónicas pueden ser invisibilizados mediante shadowbanning o reducción algorítmica del alcance sin transparencia ni apelación.

    Desde la perspectiva crítica, este ejemplo revela cómo un sistema técnico puede reproducir dinámicas de poder simbólico e instaurar una hegemonía cultural digital sin necesidad de coerción explícita: las opiniones discrepantes se vuelven invisibles socialmente, y las audiencias son moldeadas por una arquitectura algorítmica que privilegia ciertos discursos y perspectivas políticas.

  • General

    ONGS DESVIADAS

    Las ONGs ocupan un lugar de confianza en la imaginación pública: puentean burocracias, llegan donde el Estado no llega y canalizan la empatía social. Pero cuando se produce “desviación” —organizaciones que mantienen la retórica del bien común mientras operan para agendas privadas— esa confianza se convierte en el principal activo a explotar. La captura puede adoptar formas diversas: enriquecimiento personal de directivos, lobby encubierto, instrumentalización política o incluso apoyo indirecto a actores armados en contextos frágiles. El resultado es una ruptura del contrato moral que sostiene a todo el sector.

    La rentabilidad de la desviación nace de tres vectores: opacidad regulatoria, complejidad financiera y urgencia operativa. Los flujos combinan subvenciones públicas, donaciones filantrópicas y facturación a través de intermediarios; en emergencias, los atajos administrativos multiplican el riesgo; y la internacionalización permite arbitrar entre jurisdicciones con poca supervisión. A ello se suma la ingeniería reputacional: estructuras salariales opacas, campañas de marketing desproporcionadas y narrativas de impacto difícilmente verificables. En este ecosistema, la “industria de la ayuda” puede comportarse como un negocio de rentas, priorizando volumen de fondos sobre resultados reales.

    Las implicaciones geopolíticas son severas. En guerras y crisis humanitarias, el dinero externo puede distorsionar economías locales, alimentar clientelas y, por fugas y connivencias, terminar financiando milicias o redes criminales. En democracias consolidadas, la opacidad convierte a algunas ONGs en vectores de presión política sin trazabilidad de financiadores ni de conflictos de interés. El daño más profundo no es solo presupuestario: cada escándalo erosiona la confianza ciudadana y penaliza a las organizaciones que sí cumplen su misión.

    La salida no es añadir burocracia ciega, sino controles inteligentes: transparencia radical de beneficiarios reales y contratos; publicación granular y en tiempo real de ingresos y gastos; límites claros al lobby y registro de conflictos de interés; auditorías de impacto independientes con datos abiertos; responsabilidad personal de directivos y regímenes de sanciones y exclusiones; y coordinación entre donantes para impedir la “captura por cumplimiento”. Solo así podremos proteger los recursos públicos y, sobre todo, restaurar la credibilidad de un tercer sector imprescindible.

  • Globalización

    ¿REGRESO AL NEOMEDIEVO? RIESGO, INCERTIDUMBRE Y NUEVAS SEGURIDADES

    La Edad Media se recuerda como una época de fragmentación política y temores omnipresentes: guerra, peste, hambre. Algunos autores advierten que la globalización tecnológica podría conducirnos a un “neomedievo” donde el Estado pierde monopolios clave -la violencia y la ley- frente a cárteles, plataformas y jurisdicciones privadas.

    Los indicios son inquietantes: redes criminales transcontinentales desbordan las policías; los tribunales de arbitraje corporativo retan a los jueces nacionales; y el clima extremo multiplica desplazamientos que ningún ministerio de interior consigue encauzar. La incertidumbre se cuela así en la vida cotidiana, reinstalando ansiedades que creíamos superadas.

    Pero la analogía medieval no es destino. La ciencia biomédica, la inteligencia artificial y la cooperación multilateral ofrecen herramientas que ningún rey feudal habría imaginado. El desafío es vincularlas a un proyecto ético y político: pasar de una economía de la supervivencia -cada quien por su lado- a una arquitectura de seguridades compartidas que proteja derechos sociales, ambientales y digitales.

    En otras palabras, evitar el neomedievo depende menos de la tecnología que de la voluntad para inventar instituciones inclusivas a la altura de los riesgos globales que nosotros mismos hemos generado.

  • Globalización

    CIUDADANÍA COSMOPOLITA Y EMPATÍA GLOBAL

    La conectividad planetaria ha ampliado radicalmente el radio de nuestra empatía: una inundación en el Sudeste Asiático o un juicio climático en Europa detonan protestas y donaciones en cuestión de horas. Esa sensibilidad compartida da forma a una identidad política que trasciende el pasaporte y se pregunta por la justicia global.

    Sin embargo, la conciencia no basta. Convertir la “ciudadanía cosmopolita” en poder efectivo implica tres saltos: acceso a foros donde se debatan normas globales, mecanismos para exigir rendición de cuentas más allá de los Estados y, sobre todo, la capacidad de coordinación transnacional entre movimientos locales.

    Las plataformas digitales ofrecen la infraestructura inicial -campañas, financiamiento colectivo, observatorios ciudadanos-, pero también revelan los obstáculos: la cooptación por intereses corporativos, la fatiga militante y la brecha digital que deja fuera a millones.

    Frente a ello, la clave puede estar en construir “alianzas en capas”: redes que combinen la proximidad de las luchas locales (por el agua, el salario o la vivienda) con la escala global necesaria para modificar tratados comerciales o marcos financieros. Solo así la empatía se transforma en soberanía compartida.

  • Globalización

    LA PARADOJA DEL ESTADO MÍNIMO

    Uno de los mitos de la globalización neoliberal afirma que reducir el tamaño del Estado libera las fuerzas productivas y atrae inversión. Sin embargo, la experiencia de las últimas décadas muestra una paradoja: al recortar su músculo fiscal para “volverse ligero”, el Estado destruye justo las infraestructuras y políticas públicas que hacen atractivo su territorio para empresas y talento.

    Las carreteras, los sistemas de salud, las universidades y los tribunales confiables son bienes colectivos que elevan la productividad local; sin ellos, la promesa de salarios bajos o impuestos reducidos pierde brillo. Al mismo tiempo, la retirada del Estado debilita el tejido social que amortigua crisis: cuando estalla una pandemia o un shock financiero, los lazos comunitarios y las redes de protección se revelan tan valiosos como los incentivos fiscales.

    Así surge un dilema estratégico: los gobiernos compiten por inversiones globales aplicando austeridad, pero esa misma austeridad erosiona a largo plazo la competitividad que pretendían reforzar. El círculo vicioso concluye en deslegitimación política, precariedad laboral y fuga de capital humano.

    Romper la paradoja exige mirar la economía no como un juego de suma cero entre lo público y lo privado, sino como un ecosistema interdependiente donde las reglas, la confianza y la cohesión social son parte esencial -y rentable- de la infraestructura productiva.

  • Globalización

    DEL ESTADO SOBERANO A LA GOBERNANZA EN RED: ¿QUIÉN MANDA EN LA ERA GLOBAL?

    Durante siglos el Estado-nación fue la pieza central del tablero político: una autoridad concentrada, dueña de las fronteras y árbitro casi exclusivo de los asuntos públicos. Hoy, sin embargo, sus viejos muros se han vuelto porosos. Las cadenas de suministro, las plataformas digitales y los mercados financieros circulan por rutas que atraviesan la jurisdicción estatal como si fuera aire, de modo que las decisiones que importan se toman en foros multinivel donde participan gobiernos, empresas y ONG.

    Este tránsito de un “gobierno” jerárquico a una “gobernanza” en red exige al Estado más coordinación que imposición. La lógica es pragmática: en lugar de dictar la agenda, debe tejer alianzas público-privadas y articular normas con organismos transnacionales si quiere conservar influencia.

    Paradójicamente, esa apertura implica redefinir la soberanía, no sacrificarla. Cuando un país negocia estándares ambientales comunes, cede margen de maniobra inmediato, pero gana capacidad para afrontar riesgos planetarios que sobrepasan sus capacidades domésticas. Así, la autoridad se distribuye sin desaparecer: se traslada a mesas donde los actores estatales comparten silla con bancos centrales, organismos de la ONU y movimientos sociales.

    El resultado es un mapa de poder superpuesto, a veces confuso, donde la legitimidad depende menos de la bandera y más de la eficacia para gestionar problemas sistémicos -climáticos, sanitarios o financieros- que ningún actor puede resolver solo.

  • Totalitarismo

    EL GUARDIA EN TU CABEZA

    ¿Te sorprendes borrando un mensaje antes de publicarlo en una red social? No estás solo. Cada vez que calculamos quién podría ofenderse, qué captura de pantalla podría hundirnos o si un futuro reclutador revisará nuestro pasado digital, estamos ejerciendo la censura más eficaz: la que sale de dentro. Ya no hace falta que el poder vigile todas las pantallas; basta con que sepamos que alguien—un algoritmo, una turba o un jefe futuro—podría hacerlo. El miedo es tan silencioso que ni siquiera lo llamamos miedo: lo llamamos “prudencia”.

    Este guardia interior se alimenta de dos certezas modernas: todo queda registrado y todo puede viralizarse. Un chiste fuera de tono, una duda incómoda o una opinión impopular pueden costarte un contrato, una beca o la paz en tu grupo de WhatsApp. Resultado: antes de hablar, nos preguntamos si vale la pena el riesgo; casi siempre decidimos que no. Y así, idea tras idea, conversación tras conversación, la esfera pública se llena de discursos prelavados: inofensivos, repetidos y tan correctos que aburren.

    Romper ese hechizo empieza por recordarnos que la democracia se sostiene sobre el derecho a fallar en voz alta, a cambiar de opinión y a disentir sin miedo al linchamiento. Practicar el desacuerdo respetuoso, rescatar espacios de conversación sin grabadoras y celebrar a quien se atreve a rectificar son pequeños actos de desobediencia al censor interno. Porque cuando renunciamos a decir lo que pensamos, la libertad deja de ser un derecho y se convierte en un recuerdo.

  • Sociedad

    DEGRADACIÓN DEMOCRÁTICA

    La democracia ¿se está degradando a causa de la falta de separación de los poderes? Es una pregunta que veo repetida en algunos medios, de forma reiterada, en estos días. Por mi parte no me puedo callar al respecto: ya lo viste en el volumen 1 de Dinámicas Globales, en que hablé de manera amplia acerca de la democracia real.

    En realidad, la democracia lleva tiempo degradándose. Lo hace desde que empezó a perder su misma razón de ser, sus propios fundamentos. Se puede observar en el buenismo antropológico que contribuye a desnaturalizarla mediante una tutela de los errores, mediante la impunidad pragmática de los culpables de delitos, la relajación moral que recuerda el imperio romano devastado por los bárbaros, la indiferencia de los ciudadanos en cuanto a las actuaciones políticas ya que «todos son iguales».

    Giorgia Meloni, Presidente del Consejo de Ministros italiana, contestó en una ocasión a quienes la acusaban de una deriva totalitaria de manera clara. Si apretamos las tuercas y aumentamos las penas para quién incumple la ley, para los que okkupan viviendas, para los que se aprovechan de los ancianos y los más débiles, ¿a quién estamos oprimiendo? Porque, decía, lo que estamos haciendo no es reducir los derechos de los ciudadanos, sino precisamente tutelar a los ciudadanos honestos de los abusos de los que no lo son.

    Te invito a reflexionar, especialmente considerando qué derechos se están defendiendo en España (o en el país en que vives).