• Globalización

    LA PARADOJA DEL ESTADO MÍNIMO

    Uno de los mitos de la globalización neoliberal afirma que reducir el tamaño del Estado libera las fuerzas productivas y atrae inversión. Sin embargo, la experiencia de las últimas décadas muestra una paradoja: al recortar su músculo fiscal para “volverse ligero”, el Estado destruye justo las infraestructuras y políticas públicas que hacen atractivo su territorio para empresas y talento.

    Las carreteras, los sistemas de salud, las universidades y los tribunales confiables son bienes colectivos que elevan la productividad local; sin ellos, la promesa de salarios bajos o impuestos reducidos pierde brillo. Al mismo tiempo, la retirada del Estado debilita el tejido social que amortigua crisis: cuando estalla una pandemia o un shock financiero, los lazos comunitarios y las redes de protección se revelan tan valiosos como los incentivos fiscales.

    Así surge un dilema estratégico: los gobiernos compiten por inversiones globales aplicando austeridad, pero esa misma austeridad erosiona a largo plazo la competitividad que pretendían reforzar. El círculo vicioso concluye en deslegitimación política, precariedad laboral y fuga de capital humano.

    Romper la paradoja exige mirar la economía no como un juego de suma cero entre lo público y lo privado, sino como un ecosistema interdependiente donde las reglas, la confianza y la cohesión social son parte esencial -y rentable- de la infraestructura productiva.

  • Actualidad

    GIOLITTI Y EL TRANSFORMISMO: UN ESPEJO PARA NUESTRO TIEMPO

    En Italia, a principios del siglo XX, se buscaba con afán una estabilidad política que la “Unidad de Italia” no había sabido proporcionar. El presidente era entonces Giovanni Giolitti, un liberal famoso por sus malabarismos a la hora de formar mayorías. Fue una época oscura para el país que me vio nacer, escasa en políticas a favor del pueblo, y que desembocó primero en la Primera Guerra Mundial, luego en el auge del fascismo y, finalmente, en el horror de la Segunda Guerra Mundial, culminando un medio siglo para olvidar.

    El término “transformismo político” se refiere a una estrategia pragmática mediante la cual Giolitti buscaba mantener la estabilidad parlamentaria mediante la integración de grupos políticos diversos en coaliciones flexibles. En lugar de fomentar divisiones ideológicas rígidas, Giolitti apelaba a acuerdos transversales, negociaciones y concesiones a distintos sectores, a veces incluso con objetivos contrapuestos, con el fin de gobernar eficazmente. Esta táctica permitía cooptar a la oposición y garantizar mayorías parlamentarias, pero también generaba críticas, ya que podía desembocar —y de hecho ocurría— en un sistema clientelista donde primaban los intereses particulares sobre los principios políticos.

    Sin duda, Giolitti logró implementar reformas económicas y sociales, como la legislación laboral y el apoyo al desarrollo industrial, atrayendo a sectores de la izquierda moderada y desactivando conflictos sociales mediante concesiones puntuales. Consiguió alcanzar estabilidad a corto plazo, pero debilitando el desarrollo de una cultura política basada en principios ideológicos sólidos y permitiendo así el auge del populismo fascista.

    Si vives en la España en el año 2024, supongo que todo esto te resonará.