• Sociedad

    FILOSOFÍA INTERCULTURAL COMO CONCIERTO DE VOCES: APRENDER A LEER EL MUNDO EN CONTEXTO

    Svetelj compara la filosofía intercultural con un concierto sin director, donde cada voz entra en diálogo con las demás para crear armonía sin perder su timbre. Esta imagen contrasta con la globalización neoliberal, que pretende uniformar lenguajes bajo la batuta del mercado.

    Pensar en clave intercultural significa situar el contexto las aspiraciones, temores y esperanzas concretas de los pueblos como principio constitutivo de la reflexión. No se trata de defender “costumbres” estáticas, sino de reconocer la dinámica dialéctica entre determinación cultural y libertad humana: creamos cultura al tiempo que somos creados por ella.

    Este enfoque desvela la insuficiencia de la mera coexistencia normativa. Solo una práctica de diálogo que haga “convivir” las diferencias puede gestar políticas orientadas al buen vivir: un paradigma que integra desarrollo material, justicia social y cultivo del “interior” humano. En última instancia, la filosofía intercultural busca re-capacitar al ser humano: redescubrir lo que somos y adquirir nuevas capacidades para un futuro dignificado. Al hacerlo, convierte la diversidad cultural en recurso para la humanización colectiva, no en obstáculo a superar.

  • Globalización,  Sociedad

    CUANDO LA GLOBALIZACIÓN FABRICA GANADORES Y PERDEDORES

    Svetelj subraya la paradoja de la economía global: bajo el argumento “racional” de la eficiencia y la competitividad, el sistema produce una irracionalidad profunda—un mundo de ganadores que solo existen porque hay perdedores estructurales.

    El consumo se erige en medida universal del bienestar, pero esa utopía es inalcanzable para la mayoría. Al imponer un ideal materialista, la globalización destruye tejidos culturales, agrava la desigualdad y provoca reacciones “irracionales” ­—migraciones masivas, violencias desesperadas— que el propio sistema tacha de amenazas sin reconocer su responsabilidad en el origen del problema.

    Frente a este círculo vicioso, la filosofía de la interculturalidad reivindica un imperativo de salvar la vida: la de los pobres y la de la naturaleza. Sostiene que solo la justicia social y la igualdad de condiciones pueden garantizar un intercambio cultural verdaderamente libre, capaz de transformar estilos de vida, organización comunitaria y educación.

    Al exponer la “irracionalidad de lo racional”, Svetelj nos recuerda que toda lógica económica sin horizonte ético termina socavando su propia viabilidad política—y, lo que es peor, nuestra humanidad compartida.

  • Sociedad

    DE LA COEXISTENCIA A LA CONVIVIALIDAD: MÁS ALLÁ DEL SIMPLE “VIVIR JUNTOS”

    Para Tony Svetelj, retomando a Raúl Fornet-Betancourt, la convivencia no puede quedarse en el dato pasivo de que distintas culturas “co-existen” en un mismo espacio. La filosofía de la interculturalidad propone un paso cualitativo: la convivialidad, un modo de relacionarnos que añade al mínimo de justicia algo “gratificante”, un plus ético que convierte la diferencia en oportunidad de cuidado mutuo.

    Ese tránsito obliga a revisar el individualismo arraigado en las sociedades occidentales; no basta reconocer que estamos conectados—hay que preguntarse cómo damos sentido a esa conexión en el plano personal e institucional. La convivialidad exige actitudes activas de hospitalidad, reconocimiento y reciprocidad, capaces de contrarrestar la lógica contractual que domina la globalización neoliberal.

    En la práctica, esto implica diseñar políticas que ofrezcan condiciones materiales para todas las culturas y, al mismo tiempo, fomenten espacios de diálogo donde las diferencias puedan expresarse sin quedar relegadas a guetos simbólicos. Solo así la pluralidad deja de ser una mera tolerancia resignada y se transforma en fuente de aprendizaje recíproco.

    La convivialidad no pretende borrar los conflictos; los asume como motor de transformación compartida. Su apuesta es que, al crear “algo bueno para la coexistencia”, cada tradición descubra una versión más plena de sí misma en el encuentro con las demás.