La tensión entre la visión encarnada de Maritain y la visión evolucionista de Huxley no se limita al plano teórico, sino que tiene consecuencias directas en la formulación y aplicación de los derechos humanos. El enfoque de Huxley ha facilitado la expansión de «nuevos derechos» que no están arraigados en la naturaleza humana, sino en la voluntad y el deseo.
Así, se pasa del derecho a la vida al derecho a abortar; del derecho a la integridad corporal al derecho a modificar el cuerpo. Bajo la lógica de Huxley, los derechos humanos se convierten en instrumentos de autoafirmación, desvinculados del orden natural. En cambio, la visión de Maritain exige límites y reconoce que no todo deseo puede traducirse en derecho.
La elección entre estas dos visiones no es neutral. Define si los derechos humanos serán una protección de la dignidad objetiva del ser humano o una herramienta de ingeniería social al servicio de ideologías dominantes.