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LA VERDAD Y LA DEMOCRACIA: ¿SON COMPATIBLES?

En las democracias occidentales actuales, la búsqueda de la verdad se ha vuelto cada vez más difícil. Walter Lippmann argumentaba que la democracia, por sí misma, no crea la verdad. En lugar de ser un método para descubrirla, la democracia es un sistema de orden político basado en el respeto por las personas y el bien común. La verdad se logra mediante una investigación libre y sincera, pero la crisis filosófica que promueve el antirrealismo ha erosionado la noción misma de verdad.

Cómo bien señala Julio Borges, el antirrealismo en filosofía es una postura que niega o cuestiona la existencia independiente de los objetos, verdades o entidades fuera de nuestra percepción o conocimiento. A diferencia del realismo, que sostiene que el mundo tiene una existencia objetiva y sus propiedades son independientes de nuestras mentes, el antirrealismo plantea que la verdad o existencia de ciertos tipos de entidades (como objetos materiales, números, valores morales, etc.) depende de nuestras creencias, lenguajes o prácticas conceptuales.

Hoy, la proliferación de noticias falsas, la manipulación mediática y la presión de las redes sociales dificultan aún más el discernimiento entre lo verdadero y lo falso. Vivimos en una sociedad donde parecer es más importante que ser, lo que plantea un reto profundo para las democracias: ¿cómo podemos proteger la verdad en un mundo donde la información está fragmentada y la opinión pública, fácilmente manipulada?