En su célebre discurso en Ratisbona, Benedicto XVI abordó con lucidez los desafíos que enfrentan la fe y la razón en la sociedad contemporánea. Señaló cómo el secularismo ha reducido la razón a lo puramente empírico, excluyendo cualquier apertura a lo trascendente, y cómo el relativismo cultural ha debilitado la búsqueda de una verdad objetiva. Frente a esta realidad, el Papa defendió que la verdadera razón no es limitada ni cerrada, sino amplia y abierta al misterio, capaz de dialogar con la fe y de descubrir en Dios el fundamento último de la verdad y la moral.
La advertencia de Benedicto XVI no fue un rechazo a la modernidad, sino un llamado a reconciliar la fe y la razón. En un mundo fragmentado por el nihilismo y la indiferencia moral, recuperar la confianza en una razón universal, que no excluya lo divino, se vuelve fundamental para el diálogo entre culturas y religiones. Solo en esta unión entre logos (razón) y fe es posible construir una convivencia auténtica, donde la verdad no se impone, sino que se ofrece como luz para el camino del ser humano.