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    CUANDO EL DINERO DICTA LA MORAL: LA INFLUENCIA DE LAS GRANDES FUNDACIONES

    ¿Es posible que los derechos humanos estén siendo reescritos por intereses económicos? En mí opinión sí. Informes recientes demuestran que numerosos jueces del Tribunal Europeo de Derechos Humanos y expertos de la ONU han recibido financiación directa de fundaciones privadas como Open Society. Esta financiación afecta su independencia y orienta sus decisiones hacia agendas ideológicas concretas.

    El problema no es solo ético, sino estructural. Las instituciones que deberían proteger a los débiles están siendo usadas para imponer visiones del mundo que muchas veces chocan con las convicciones mayoritarias de las poblaciones.

    La pregunta ya no es si los derechos humanos están en crisis, sino si podrán ser rescatados de manos de quienes los instrumentalizan para transformar, desde arriba, el tejido moral de nuestras sociedades.

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    GOBERNANZA MUNDIAL O INGENIERÍA SOCIAL: EL ROL OCULTO DE LAS ONG

    Otro fenómeno inquietante es el paso de las ONG de actores benéficos a agentes de transformación política a escala global. Muchas de ellas, respaldadas por fundaciones multimillonarias, actúan con mayor eficacia que los Estados, sin controles democráticos ni rendición de cuentas.

    Lejos de limitarse a tareas humanitarias, muchas ONG influyen en las definiciones de derechos humanos, en políticas públicas y en resoluciones internacionales. Su agenda responde a una visión ultraliberal y globalista que impone cambios sociales profundos sin legitimidad popular.

    La democracia, si quiere sobrevivir, debe recuperar el control sobre las decisiones clave. No podemos delegar en actores privados cuestiones que afectan a la moral pública, la identidad nacional y la vida humana misma.

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    ¿QUIÉN MANDA REALMENTE? LA PRIVATIZACIÓN DE LOS DERECHOS HUMANOS

    Es un hecho poco conocido –y menos aún comentado en medios de comunicación-: muchas instituciones internacionales están siendo capturadas por intereses privados. Grandes fundaciones como Open Society o la Fundación Gates financian expertos de la ONU y otros organismos supuestamente imparciales. El resultado es una distorsión ideológica del discurso de los derechos humanos.

    Cuando quienes definen lo que es un derecho no responden ante los ciudadanos, sino ante sus financiadores, se produce una peligrosa privatización del poder político. Y no se trata solo de financiación: es una colonización ideológica, en la que los valores globalistas se imponen como verdades universales.

    Este fenómeno exige una nueva vigilancia cívica. Si no se detiene, los derechos humanos dejarán de ser una conquista de los pueblos para convertirse en una herramienta del poder globalizado.

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    MARITAIN Y HUXLEY: LA RAÍZ FILOSÓFICA DE LOS NUEVOS DERECHOS

    La tensión entre la visión encarnada de Maritain y la visión evolucionista de Huxley no se limita al plano teórico, sino que tiene consecuencias directas en la formulación y aplicación de los derechos humanos. El enfoque de Huxley ha facilitado la expansión de «nuevos derechos» que no están arraigados en la naturaleza humana, sino en la voluntad y el deseo.

    Así, se pasa del derecho a la vida al derecho a abortar; del derecho a la integridad corporal al derecho a modificar el cuerpo. Bajo la lógica de Huxley, los derechos humanos se convierten en instrumentos de autoafirmación, desvinculados del orden natural. En cambio, la visión de Maritain exige límites y reconoce que no todo deseo puede traducirse en derecho.

    La elección entre estas dos visiones no es neutral. Define si los derechos humanos serán una protección de la dignidad objetiva del ser humano o una herramienta de ingeniería social al servicio de ideologías dominantes.

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    LA DEMOCRACIA TECNOCRÁTICA: ¿GOBIERNO DEL PUEBLO O DE LOS EXPERTOS?

    Asistimos a una transformación profunda en las democracias occidentales: el creciente protagonismo de organismos supranacionales y no electos frente al poder de los representantes legítimos. En nombre de una supuesta neutralidad racional, se ha desplazado el poder desde el pueblo hacia élites de expertos que no rinden cuentas ante nadie.

    Esta “democracia tecnocrática” no solo margina la voluntad popular, sino que introduce una nueva forma de clericalismo ideológico: el del experto ilustrado. Y como señalan numerosos filósofos y politólogos, este modelo no es políticamente neutro. Está impregnado de una visión individualista y progresista, ajena a los bienes comunes y a los valores inmateriales como la identidad cultural o la moral compartida.

    Recuperar el valor del bien común y la legitimidad de los políticos electos frente al dominio de las tecnocracias supranacionales es una tarea urgente si queremos salvaguardar una democracia real.

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    ¿DERECHO A PROSTITUIRSE O DIGNIDAD DEL CUERPO? LA BATALLA JURÍDICA DE NUESTRO TIEMPO

    Uno de los ejemplos más poderosos para ilustrar la confrontación de paradigmas es el caso de la prostitución. ¿Es un derecho humano ofrecer el cuerpo como mercancía? Para algunos, sí: la libertad individual y la autodeterminación justifican esa práctica. Para otros, esto atenta contra el principio jurídico clásico de la «indisponibilidad del cuerpo humano».

    Este principio, heredero del derecho natural, afirma que el cuerpo no puede ser tratado como una propiedad vendible. Protegerlo no es paternalismo, sino reconocimiento de su dignidad inseparable de la persona. La batalla cultural en torno a la prostitución, la gestación subrogada o la eutanasia no es, en el fondo, sobre prácticas concretas, sino sobre la visión del cuerpo humano.

    ¿Es el cuerpo una posesión o parte esencial de nuestro ser? La respuesta a esta pregunta define el rumbo ético y jurídico de nuestras sociedades.

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    MARITAIN Y HUXLEY: DOS VISIONES DEL HOMBRE EN LA BASE DEL MUNDO MODERNO

    Grégor Puppinck describe con agudeza el contraste entre Jacques Maritain y Julian Huxley, dos figuras clave en la redacción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Mientras Maritain partía de una visión personalista y cristiana del ser humano, creado con dignidad intrínseca, Huxley defendía una visión materialista, evolucionista y centrada en la voluntad como motor del progreso.

    Según Puppinck, esta diferencia no es anecdótica: determina toda la arquitectura de los derechos humanos modernos. En la visión de Maritain, la dignidad del ser humano no se gana ni se pierde: está inscrita en su misma naturaleza. Para Huxley, en cambio, la dignidad es el resultado de un proceso de evolución, ligada a la inteligencia y la fuerza de voluntad.

    Este antagonismo filosófico explica muchas tensiones actuales: entre el derecho natural y el subjetivismo jurídico, entre el bien común y la autonomía radical, entre la dignidad recibida y la autoafirmación. Recuperar la visión de Maritain no es nostalgia: es un acto de resistencia frente a la disolución del hombre.

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    ¿QUÉ SIGNIFICA SER HUMANO?

    Esta pregunta está relacionada con un aspecto fundamental de la crisis contemporánea de los derechos humanos: la falta de consenso sobre qué es el ser humano. La dificultad no está en identificar los derechos, sino en comprender la naturaleza humana. ¿Somos cuerpo y alma con una dignidad intrínseca o individuos autónomos cuya voluntad se impone sobre la carne? Esta pregunta, aparentemente filosófica, tiene consecuencias jurídicas y políticas muy concretas.

    Desde el aborto hasta la eutanasia, la gestación subrogada o el transgenerismo, la raíz de muchos debates no está en los derechos específicos, sino en la visión del ser humano que se adopta. La llamada «dignidad encarnada», que reconoce una unidad entre cuerpo, alma y persona, se enfrenta a una «dignidad desencarnada», donde el yo es autónomo respecto de su cuerpo. Dos antropologías, dos paradigmas, dos civilizaciones en pugna.

    Y esta pugna no es teórica. Está presente en nuestras leyes, en los tribunales, en las aulas y en la cultura popular. Comprender este conflicto antropológico es, quizás, el primer paso para rescatar los derechos humanos de su actual deriva ideológica.