• Globalización

    SISTEMAS DE CRÉDITO SOCIAL Y VIGILANCIA MASIVA (IV)

    Modelos de crédito social, como el desarrollado en China, ilustra de manera extrema la gobernanza algorítmica aplicada a la vigilancia y el control social. A través de la recopilación masiva de datos sobre comportamientos individuales -financieros, sociales, legales- se asignan puntuaciones que influyen en el acceso a servicios, movilidad y oportunidades de vida.

    Este sistema establece una forma totalitaria de control suave que penetra cada ámbito de la vida cotidiana y normaliza la conformidad a normas de comportamiento aceptadas. La evaluación automática basada en algoritmos multiplica las sanciones y recompensas, en un entramado que mina la privacidad y reduce la libertad a la sumisión a una lógica computacional distante.

    Desde una óptica crítica, esto ejemplifica la biopolítica más avanzada, donde la tecnología no solo informa decisiones sino que condiciona subjetividades y relaciones sociales, ampliando los mecanismos de opresión de manera disciplinaria pero difusa.

  • Totalitarismo

    EL CONTROL YA NO CASTIGA: PREDICE

    Vivimos convencidos de que la vigilancia masiva es cosa de dictaduras. Pero hoy, incluso en democracias formales, nuestros movimientos, intereses, relaciones y emociones son monitorizados a través de dispositivos que llevamos con nosotros voluntariamente. No es que el Estado nos espíe como antes: ahora somos nosotros quienes damos permiso, pulsamos “aceptar” y dejamos huellas constantes. Lo hacemos a cambio de comodidad, acceso o supuesta seguridad. Y ese precio, cada vez más, es nuestra libertad condicionada.

    El verdadero peligro no está en que te castiguen por lo que haces, sino en que te evalúen por lo que podrías hacer. Con sistemas de crédito social, identificación digital y perfiles de riesgo construidos por inteligencia artificial, se está implantando una lógica de sospecha permanente. No necesitas cometer un error para ser señalado: basta con que tu historial o tus patrones no encajen. Así, el acceso a ciertos derechos puede verse restringido sin que exista delito, juicio o defensa.

    Lo más inquietante de esta nueva forma de vigilancia es que no necesita amenazas: funciona como incentivo. Cuanto más obediente seas, más acceso tendrás. Cuanto más predecible, más fluida será tu vida. El resultado es una sociedad aparentemente libre, pero profundamente condicionada. Porque en este sistema, quien decide cómo debes comportarte no eres tú… sino el algoritmo.