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    POLÍTICAS DE PREVENCIÓN: CÓMO CORTAR EL CICLO DE ACCIÓN‑REACCIÓN

    Diseñar una respuesta eficaz al terrorismo implica pensar más allá de la inmediatez. El primer pilar es la proporcionalidad: toda medida debe pasar la prueba de necesidad y mínima afectación a inocentes. El segundo es la transparencia: los errores existen, pero su corrección rápida evita que se conviertan en mitos movilizadores. El tercero, la inclusión: programas que integren a comunidades estigmatizadas abren canales alternativos a la violencia.

    A ello se suma la inteligencia centrada en redes, no en colectivos. Perfiles, patrones de comportamiento y flujos financieros ofrecen rastros más precisos que el simple criterio étnico o religioso. La coordinación judicial‑policial, con supervisión independiente, añade la certeza de que cada operación será evaluada a la luz de la ley y no del pánico.

    Finalmente, la comunicación estratégica debe anticipar la batalla narrativa. Explicar con claridad por qué se detiene a alguien, mostrar evidencias —cuando sea posible— y reconocer abusos antes de que los denuncie la otra parte refuerza la credibilidad institucional.

    Aplicar estos principios no blinda de nuevos atentados, pero reduce el terreno fértil donde germina el extremismo. En el fondo, la prevención exitosa no consiste en ganarle a la violencia un pulso de fuerza, sino en negarle el oxígeno político y social que la hace sostenible a largo plazo.