• Totalitarismo

    MIL VOCES, CERO ECO: LA TRAMPA DE LA DISIDENCIA FRAGMENTADA

    Nunca hubo tantos movimientos, etiquetas y causas como ahora; sin embargo, el poder se mantiene sorprendentemente cómodo. ¿Por qué? Porque la indignación está repartida en mil micro‑guetos digitales que rara vez se hablan entre sí. Algoritmos hechos para entretener clasifican a cada usuario por sus pasiones y le muestran solo lo que refuerza su identidad: el ecologista devora datos sobre plásticos, la activista de género recibe hilos sobre patriarcado, el indignado anticorrupción se alimenta de escándalos políticos. Todos creen estar “luchando”, pero lo hacen en pasillos paralelos que nunca confluyen.

    Esta dispersión genera una satisfacción engañosa: cada burbuja encuentra confirma­ción constante de que “los malos” son los otros y de que “su” causa es la más urgente. El clic fácil —un meme, una firma, un hashtag— produce un instante de euforia moral, pero no crea estructuras capaces de negociar o presionar. Cuando llega el momento de articular propuestas comunes, la energía se ha consumido en polémicas laterales y rivalidades internas. El sistema observa divertido cómo la marea se convierte en espuma antes de alcanzar la orilla.

    Dividir para reinar ya no es un simple eslogan: es ingeniería algorítmica. El reto del pensamiento crítico consiste en construir puentes entre causas que comparten un enemigo estructural —la concentración de poder económico, político y mediático— aunque difieran en matices. Hasta que no logremos que esas mil voces resuenen en un eco unificado, el totalitarismo blando seguirá festejando nuestra dispersión desde su palco privilegiado.