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    EL ECOSISTEMA DE ACTORES DESINFORMADORES (3 de 5)

    Para comprender cabalmente la simbiosis entre manipulación y desinformación, debemos identificar quiénes son los actores que las implementan y qué motivaciones los impulsan. Existen por lo menos cuatro categorías principales de actores amenazantes, cada uno con objetivos distintos pero frecuentemente superpuestos:

    Los gobiernos extranjeros utilizan la manipulación de información como herramienta geopolítica para influir en los resultados electorales de países estratégicamente importantes, promover sus intereses nacionales o moldear la percepción pública internacional sobre su régimen. Operan tanto de manera encubierta (mediante cuentas falsas, bots, trolls organizados) como abierta (a través de medios de comunicación respaldados por el Estado). Rusia y China aparecen consistentemente como los casos paradigmáticos de Estados que han desarrollado maquinarias sofisticadas de manipulación informativa.

    Los gobiernos nacionales también emplean estas tácticas para influir en las actitudes públicas internas y reprimir a grupos disidentes o minoritarios. Estas estrategias de represión pueden incluir difundir desinformación sobre procesos democráticos básicos (cómo y dónde votar, qué derechos tienen los ciudadanos), fomentar odio y polarización contra grupos específicos, o silenciar mediante intimidación a voces críticas.

    Los actores políticos y las campañas electorales participan en manipulación informativa con el objetivo pragmático de ganar elecciones. Su enfoque es generalmente más táctico y cortoplacista, pero no por ello menos dañino para el ecosistema informativo.

    Las industrias comerciales y agencias de relaciones públicas movidas por incentivos económicos producen contenido manipulador simplemente porque genera ingresos mediante la viralización y la colocación de anuncios publicitarios. Este actor es particularmente insidioso porque no tiene motivación ideológica; la desinformación es simplemente un modelo de negocio rentable.

    Lo verdaderamente preocupante es que estos actores no operan en compartimentos estancos; con frecuencia, un actor estatal extranjero amplifica contenido producido por grupos de odio nacionales o teorías de conspiración generadas espontáneamente, creando una sinergia donde resulta imposible determinar dónde termina la operación organizada y dónde comienza la reacción social orgánica.

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    LA ARQUITECTURA DE LA MANIPULACIÓN INFORMATIVA  (2 de 5)

    La relación entre manipulación y desinformación no es casual ni espontánea; responde a una arquitectura estratégica deliberada que los expertos en seguridad nacional han denominado FIMI (Foreign Information Manipulation and Interference). Este concepto designa patrones de comportamiento coordinados e intencionales desarrollados específicamente en el dominio informativo para manipular la realidad percibida por la ciudadanía.

    Lo crucial es entender que estas campañas no necesariamente contienen noticias falsas en el sentido tradicional; su poder radica en distorsionar la realidad mediante contenido manipulado que mezcla verdades parciales, contextos alterados y énfasis selectivos para erosionar la estabilidad de los Estados y de sus instituciones democráticas.

    Las campañas de desinformación contemporáneas se caracterizan por su uso sistemático de la polarización, el lenguaje emocional y sensacionalista, y el discurso del miedo y del odio como herramientas para debilitar la confianza institucional. No se limitan a períodos electorales, aunque ciertamente se intensifican durante elecciones; operan de manera continua y sostenida con objetivos a largo plazo. Su finalidad última es corromper el debate público hasta el punto de que la ciudadanía pierda la capacidad de distinguir entre información fiable y propaganda.