Más allá de las ventajas técnicas, el euro digital abre la puerta a un escenario inquietante: la programación del dinero. Ya se ha planteado la posibilidad de que ciertas ayudas o ingresos estén condicionados a su uso en productos o servicios determinados, o incluso que tengan fecha de caducidad. Esto supondría una transformación profunda de la noción de propiedad y libertad financiera.
En situaciones extremas, como crisis económicas o cambios políticos, podría llegar a utilizarse el control sobre el dinero digital como herramienta de presión. ¿Y si el acceso a nuestros fondos dependiera de la aceptación de ciertos valores impuestos? ¿Qué ocurriría si donar a una causa que no encaja en la narrativa oficial implicara el bloqueo automático de fondos?