Economía

EL EURO DIGITAL Y EL PRECIO DE PERDER LA PRIVACIDAD

La introducción del euro digital, impulsada por el Banco Central Europeo, plantea serias dudas éticas, especialmente en lo que respecta a la privacidad. A diferencia del dinero físico, que permite transacciones anónimas, el euro digital registraría cada movimiento financiero. Esto convertiría nuestra vida económica en una fuente inagotable de datos al alcance de gobiernos, instituciones y posiblemente empresas privadas.

Para los cristianos y personas de fe, esta vigilancia constante choca con el espíritu de discreción que guía las obras de caridad y la ayuda al prójimo. ¿Cómo practicar la enseñanza evangélica de no alardear de nuestras buenas acciones si cada transacción solidaria es trazable? La intimidad moral quedaría expuesta, reduciendo la caridad a números y registros administrativos.

Además, la identidad digital que acompaña esta transformación añade una capa de vulnerabilidad: un sistema que centraliza datos médicos, fiscales, educativos y personales puede ser objeto de hackeos, abusos de poder o chantajes ideológicos. ¿Estamos preparados para que nuestros principios queden subordinados a sistemas opacos de control?