El capital social es un recurso intangible pero fundamental para cualquier sociedad: representa la red de confianza, relaciones y normas que facilitan la cooperación entre sus miembros. La religión, junto a la familia y el asociacionismo, juega un rol clave en la construcción de este capital social.
Las religiones fomentan el crecimiento personal y el compromiso con el bien común, aspectos que benefician a la sociedad en su conjunto.
Cuando los individuos se esfuerzan en mejorar constantemente en virtud de sus creencias, tienden a generar menos conflictos y contribuyen activamente al bienestar colectivo. Además, el proselitismo religioso, cuando se realiza respetando la libertad del otro, multiplica los vínculos sociales y, en consecuencia, fortalece el capital social. De esta manera, la libertad religiosa se convierte en un aliado para la paz y el desarrollo social.