El ser humano, más allá de sus necesidades físicas y sociales, alberga una profunda dimensión espiritual. Este “homo spiritualis” no se limita a las estructuras religiosas tradicionales, sino que abarca la búsqueda de sentido y trascendencia en la vida cotidiana. Viktor Frankl, filósofo y psiquiatra, destacaba que la búsqueda de sentido es una motivación esencial del ser humano, incluso en circunstancias extremas como el sufrimiento.
Negar la dimensión espiritual sería reducir la complejidad del ser humano. Tanto la religión como la ausencia de ella forman parte de la construcción de nuestra identidad. Es fundamental reconocer que las acciones humanas no son solo impulsadas por instintos o impulsos, sino por una voluntad que se conecta a nuestra libertad y a esa constante búsqueda de sentido.