Aunque usamos frecuentemente estos términos de manera intercambiable, existen distinciones conceptuales importantes que afectan a cómo entendemos la manipulación:
Misinformación es información falsa, inexacta o engañosa difundida sin intención de engañar. Puede ser simplemente un error honesto o negligencia.
Desinformación es la creación, distribución o amplificación deliberada de información falsa con la intención específica de engañar y causar daño.
Malinformación toma información veraz o fáctica y la convierte en un arma para la persuasión manipuladora. Un ejemplo paradigmático son las operaciones de «hackeo y filtración», donde mensajes privados legítimos se comparten públicamente fuera de contexto con el objetivo de socavar a un adversario político.
Esta distinción es crucial porque una persona puede ser simultáneamente víctima de desinformación y difusor de misinformación: cree de buena fe la mentira que le han contado y la comparte con otros, convirtiéndose en un eslabón inconsciente de la cadena manipuladora.