Un pensamiento crítico bien desarrollado es útil en prácticamente todos los aspectos de la vida. Imaginemos un escenario sencillo: el técnico de la lavadora visita nuestra casa y nos asegura que debemos cambiar el electrodoméstico en lugar de repararlo. Si no tenemos conocimientos técnicos, podríamos aceptar la recomendación sin cuestionarla. Sin embargo, el pensamiento crítico nos lleva a preguntarnos: ¿cuáles son las motivaciones del técnico? ¿Está tratando de vender un producto nuevo? ¿Tengo suficiente información para tomar esta decisión?
Aquí es donde entra en juego la evaluación de las fuentes. Aunque carecemos de los conocimientos técnicos, si entendemos los posibles intereses de la otra parte, podemos estar atentos a indicios de manipulación o exageración. Incluso en decisiones cotidianas como esta, el sentido crítico nos ayuda a tomar decisiones más acertadas.
Otro ejemplo claro se encuentra en el consumo de noticias y redes sociales. Muchas veces, las informaciones están redactadas de manera que apelan a nuestras emociones, especialmente al miedo o al enojo. Las noticias virales suelen aprovechar el sesgo de confirmación, que nos impulsa a creer en aquello que reafirma nuestras creencias preexistentes. Un buen analista es consciente de este sesgo y se esfuerza por contrastar la información, considerando diversas fuentes antes de formarse una opinión definitiva.