Las redes sociales, herramientas poderosas de la globalización, han catalizado una polarización sin precedentes en todo el mundo. Ya no se limitan a segmentar audiencias para campañas publicitarias, sino que se usan para crear controversias y debates ficticios, manipulando la percepción pública desde un espacio virtual. Esto plantea un desafío ético y social: si la interacción y el debate se tornan ficticios, la democracia corre el riesgo de perder contacto con la realidad.
Esta creciente brecha entre la interacción digital y la experiencia humana auténtica es, en parte, responsable de la desinformación y la manipulación generalizada. En una sociedad donde la globalización tecnológica ya es inevitable, es urgente replantear los usos éticos de estas herramientas, de manera que sirvan para fortalecer, y no debilitar, el tejido social.