La Iglesia ha enfrentado dificultades para combatir el relativismo y el secularismo, en parte debido a la falta de una investigación filosófica sólida en las últimas décadas. Esta carencia ha generado una ilusión de que la teología y la ciencia pueden dialogar directamente, sin la mediación de la filosofía, ignorando que ambas disciplinas están impregnadas de conceptos filosóficos.
Joseph Ratzinger destacaba la importancia de una discusión fundamentada sobre los principios filosóficos que sustentan la cultura contemporánea. Sin una base filosófica sólida, la Iglesia corre el riesgo de perder su capacidad para abordar las cuestiones fundamentales que enfrentan las sociedades modernas.