La democracia, en su forma ideal, ofrece a los ciudadanos el poder de tomar decisiones a través del voto y de participar en la gestión de los asuntos públicos. Sin embargo, hoy en día, muchos argumentan que la democracia ha sido reducida a una mera formalidad. Aunque los ciudadanos conservan el derecho a votar, este acto ya no parece representar la auténtica voluntad del pueblo, sino una ilusión de participación que mantiene en pie un sistema de concentración de poder.
Las democracias contemporáneas han encontrado formas sofisticadas de sortear los mecanismos de control que, en teoría, debían limitar el abuso de poder. A través de la manipulación de la información y el dominio de las instituciones por parte de unas pocas élites políticas y económicas, el sistema parece cada vez más desconectado de las necesidades de los ciudadanos. ¿Es posible que nuestras democracias estén degenerando en sistemas que solo preservan la fachada de libertad, mientras nos deslizamos hacia formas modernas de totalitarismo?
En Dinámicas Globales vol.1 propongo reflexiones acerca de este tema