Aunque Alemania es un observador en la ITM, su papel en la seguridad energética europea es clave. Berlín ha mostrado reticencias hacia la ITM, en parte debido a su apoyo al proyecto Nord Stream 2, que refuerza los vínculos energéticos con Rusia. Esta postura genera desconfianza entre los países del Este, que ven el gasoducto como una amenaza para sus proyectos de diversificación.
Después de lo acontecido durante la guerra entre Rusia y Ucrania, con la voladura del Nord Stream 2 (una acción que no ha sido reivindicada pero se supone que se llevó a cabo por Ucrania con el apoyo de Estados Unidos) la posición de Alemania varió sensiblemente, considerando que ahora se ve obligada a comprar el gas licuado a Estados Unidos.
La ambigüedad de Alemania subraya la necesidad de una política energética comunitaria más robusta, que mitigue divisiones internas y fomente la independencia energética del bloque. Si bien la ITM representa una oportunidad para reducir la dependencia del gas ruso, su éxito dependerá de la capacidad de sus miembros para atraer inversiones y establecer alianzas estratégicas, con Alemania desempeñando un papel constructivo en este esfuerzo.