• Persona

    LA MORAL Y LA ESENCIA HUMANA

    La moral cumple su función únicamente si su marco de referencia es la esencia del ser humano, no sus usos y costumbres. Es evidente que no todo en el ser humano es “esencia”, pero si pensamos en la cultura contemporánea veremos que en campo moral todo es opinable, desde los elementos más banales, como el lenguaje inclusivo, hasta la facilidad para sentirse ofendidos por acontecimientos y palabras que, francamente, son intrascendentes.

    Una interpretación de la moral en cuanto conjunto de normas de convivencia sería simplista e inútil, especialmente cuando se trata de definir los rasgos comunes a todas las personas por el mismo hecho de ser humanos.

  • Sociedad

    EL DILEMA MORAL EN LA POLÍTICA: ¿ÉXITO O PRINCIPIOS?

    Cuando la política se desvincula de la moral, corre el riesgo de transformarse en un fin en sí misma, donde el éxito a cualquier precio es la única medida. Sin embargo, el verdadero liderazgo requiere principios sólidos y un compromiso con el bien común. ¿Cómo podemos combatir el maquiavelismo político que justifica medios inmorales por objetivos eficaces? La respuesta radica en formar conciencias y recuperar los valores que nos hacen más humanos, recordando siempre que no hay verdadera grandeza sin ética.

    El desafío está en superar la tentación de medirlo todo en términos de beneficios inmediatos y replantear el ejercicio del poder como un servicio. Una política ética no es idealista, sino profundamente realista, porque reconoce que la grandeza de una nación se construye desde la verdad y la justicia. Solo un compromiso firme con estos principios permitirá devolver la confianza en las instituciones y recuperar la dignidad del acto político. No se trata de oponerse al progreso, sino de garantizar que cada paso avance con responsabilidad y respeto por el prójimo.

  • Ética,  Sociedad

    MORALIDAD Y POLÍTICA: UN VÍNCULO NECESARIO

    En un sistema político donde el éxito electoral y los intereses particulares predominan, parece que la moral ha quedado relegada a un segundo plano. Pero la política no puede ser una moral autónoma que se autorregule al margen de los valores absolutos. Necesitamos recuperar una política orientada al bien común, donde las decisiones no se evalúen solo por su eficacia, sino también por su ética. Este cambio no solo requiere líderes íntegros, sino también ciudadanos con una conciencia formada, capaces de exigir transparencia y justicia.

    La reconstrucción de este vínculo exige un cambio de mentalidad tanto en los líderes como en los ciudadanos. Necesitamos gobernantes que entiendan la política como un servicio a la comunidad, no como un espacio de poder personal, y ciudadanos con una conciencia formada que exijan coherencia y transparencia. La política no puede ser ajena a la moral porque, en última instancia, su tarea es promover el bienestar integral de la sociedad. Para ello, es imprescindible reavivar principios éticos que trasciendan los intereses particulares y apunten a construir una verdadera comunidad.