Si quisiéramos identificar un modelo de amenazas percibidas que pueden llevar al politicidio, podríamos identificar cuatro tipos principales de amenazas.
En primer lugar podríamos hablar de una amenaza material, es decir, la percepción de que otro grupo está bloqueando el progreso económico. Por ejemplo, la expulsión de los cherokees en 1838 tras el descubrimiento de oro en sus tierras.
Otro factor a tener en cuenta es lo que denominamos “amenaza de estatus”. En este caso nos referimos a la sensación de que otro grupo desafía una posición social superior, como se vio en la masacre de los herero por fuerzas coloniales alemanas en Namibia.
En tercer lugar podemos identificar una amenaza de seguridad, relacionada con el miedo de que la existencia de otro grupo pone en peligro la supervivencia del propio, como en las matanzas entre serbios y croatas durante la disolución de Yugoslavia.
En último lugar podemos hablar de una amenaza de contaminación. La creencia de que un grupo está contaminando la pureza étnica, religiosa o ideológica, es un concepto evidente, por ejemplo, en la ideología nazi contra los judíos.
Estas amenazas se asocian a emociones intensas como el miedo, la ira y el asco, que legitiman y racionalizan el asesinato masivo. Por ejemplo, la deshumanización nazi de los judíos como “ratas” o “parásitos” justificó su exterminio como una necesidad biológica.