Vivimos en una época de incertidumbre donde las estructuras políticas y sociales parecen fracturarse bajo la presión de la modernidad. El problema no radica solo en las instituciones, sino también en la falta de unas reglas de convivencia actuales que conecten los ciudadanos con su entorno y con los demás. No es una novedad que la historia haya sido un ciclo de rupturas y renovaciones, pero hoy, más que nunca, necesitamos un nuevo acuerdo que reconozca las desigualdades, las preocupaciones globales y las urgencias locales.
Estas reglas no pueden surgir sin un análisis profundo de nuestra realidad. Es un error pensar que el futuro será igual al pasado. Los desafíos a los que nos enfrentamos, como el cambio climático, las migraciones masivas y las desigualdades económicas, requieren una respuesta colectiva basada en hechos y en la disposición de construir una base común. ¿Estamos dispuestos a repensar nuestras prioridades como sociedad?