El concepto de progreso es a menudo utilizado por corrientes políticas que se autodenominan «progresistas». Sin embargo, es fundamental cuestionar qué entendemos por progreso. No todos los cambios son necesariamente positivos, y los avances recientes deben ser evaluados con un pensamiento crítico. La democracia, en su forma contemporánea, a veces se ha desviado de sus ideales fundamentales, transformándose en un mero juego de votos.
La reflexión sobre nuestros orígenes y nuestra dirección futura es esencial. Si no entendemos de dónde venimos, será difícil navegar hacia donde queremos ir. Una democracia auténtica debe tener en cuenta no solo el sufragio, sino también el respeto a la dignidad humana y el desarrollo integral de cada individuo. Solo así podremos construir una sociedad en la que todos se sientan verdaderamente representados.