Según Introvigne, resulta muy cuestionable —desde la perspectiva islámica— que un terrorista suicida obtenga el título de shahid (mártir). Si bien ciertos imanes emiten fatwas que respaldan estos actos violentos, la mayoría de expertos y autoridades islámicas no consideran que tal comportamiento sea legítimo. De hecho, gran parte del mundo musulmán reprueba los atentados, especialmente cuando estos causan bajas entre otros musulmanes.
El problema radica en que el islam carece de una figura única y central para resolver disputas doctrinales, a diferencia de la Iglesia católica con el Papa. Esa descentralización permite que algunos líderes religiosos justifiquen atentados como si fueran operaciones de martirio, ofreciendo a los futuros terroristas una seguridad teológica que, en realidad, dista mucho de ser unánime. Para el suicida, la convicción de cumplir la voluntad de Alá es total; para un análisis más objetivo, su acto se enmarca en la lógica de una organización que persigue fines políticos, no la santidad.