En mi blog sobre lengua latina explico, en esta entrada, cuál es el origen de esta palabra que ahora utilizamos sin duda llenándola de contenido.
Fue en la tradición filosófica medieval cuando el concepto de persona adquirió una profundidad nueva. Filósofos como Boecio definieron a la persona como una «sustancia individual de naturaleza racional» (naturae rationalis individua substantia), otorgándole una dimensión ontológica y ética que marcó el pensamiento occidental. A partir de aquí, la noción de persona pasó a ser inseparable de la dignidad humana, un principio que más tarde influiría en la reflexión cristiana sobre la Trinidad y, siglos después, en la formulación de los derechos humanos.
Hoy en día, la palabra persona trasciende su origen jurídico y social para abarcar aspectos psicológicos y morales. La filosofía, la antropología y la psicología han adoptado el término para referirse a la identidad, la conciencia de sí mismo y la singularidad del ser humano. Desde su uso en el teatro romano hasta su papel central en la discusión sobre la dignidad y la libertad, persona sigue siendo un concepto clave para entender lo que nos define como seres humanos.